Mucho se ha hablado de los nuevos liderazgos populistas, de izquierda o derecha, en las democracias occidentales. Todos ellos están enfrentando, ahora, el desafío más grande de su breve historia: la pandemia global del coronavirus. ¿Van a poder con el paquete?

Los líderes populistas son buenísimos para la labia. Demagogos naturales, tienen una capacidad impresionante para conectar con diversos segmentos de la sociedad. Son expertos en montar divertidos espectáculos. Les encanta polarizar y ser el centro de la atención mediática.

Ejemplos hay muchos, pero los más cercanos a nosotros son López Obrador, en México, y Trump, en Estados Unidos.

Los liderazgos de este tipo no son los mejores para enfrentar una crisis sanitaria como la del coronavirus. El populista rechaza a las élites. Las ven con desdén y las culpan de todos los males en sus países. Entre ellos están los académicos y científicos, a quienes consideran como arrogantes, aburridos y flojos. En eso Trump y AMLO son igualitos.

El primero está convencido de que el cambio climático es una farsa urdida de las élites liberales, entre las que se encuentra, en primer lugar, la comunidad científica.

López Obrador, por su parte, ha sido muy duro con los científicos mexicanos, que, por cierto, dependen mucho más del dinero público aquí que en Estados Unidos. Les recortó el presupuesto. Públicamente los ha denostado.

Bueno, pues ahora, con el coronavirus, tanto Trump como López Obrador se han tenido que tragar sus palabras porque, por más antielitistas que sean, saben de la importancia de los científicos para resolver la epidemia viral.

Ambos, sin embargo, siguen reticentes a aceptar de inmediato todas las recomendaciones de la comunidad científica. Trump, últimamente, está más abierto porque ya tiene el agua hasta el cuello. AMLO va más lento, pero ahí va. En todo caso, esta epidemia desacredita su discurso antielitista.

Los populistas son nacionalistas y, en este momento, más que estar pensando en soluciones nacionales requerimos respuestas mundiales. Trump se tardó una eternidad en reconocer lo que estaba pasando en China. Ingenua y erróneamente pensó que el virus no llegaría a Estados Unidos. En lugar de prepararse, perdió tiempo valiosísimo. Incluso llegó a caracterizar el virus como “chino” y hasta una farsa diseñada por sus adversarios políticos.

En el caso de López Obrador, que nunca ha entendido el mundo ni le interesa, le cayó como un cubetazo de agua fría la pandemia global. Todavía el fin de semana medio se burló de ella y afirmó que aquí no habrá infortunios por ella, como si México fuera un planeta lejano de la Tierra.

Terrible tener líderes populistas que de verdad creen que sus pueblos son especiales y, por tanto, que no les pasará nada.

Para superar este tipo de crisis no se requiere pensamiento mágico nacionalista, sino unidad nacional. El problema es que estos líderes son narcisistas expertos en polarizar. Aprovechan cualquier situación para dividir a la sociedad entre los que están a su favor y los que están en contra. Y, en el centro, ellos: los líderes amados u odiados.

¿De qué se está hablando en este momento en Estados Unidos? De si Trump actuó bien o mal. ¿Y en México? De cómo López Obrador se está pasando por el Arco del Triunfo las recomendaciones sanitarias de su gobierno e, incluso, si conviene que le dé la enfermedad, como dijo ayer el subsecretario Hugo López-Gatell.

Flaco favor, en esta coyuntura, estar hablando de las vicisitudes de los líderes populistas en lugar de cómo hacerle para minimizar el impacto de la crisis viral.

Y ni qué decir de la economía, porque esto no se trata de sólo arreglar el problema sanitario, sino de atenuar sus efectos económicos. Cuando las cosas van relativamente bien, los líderes populistas presumen logros hasta el hartazgo. Trump, el incremento de las bolsas en Estados Unidos. AMLO, la fortaleza del peso frente al dólar. Pues bien, ambas variables están ahora en picada: bolsas y peso en la lona. ¿Y qué dicen? Nada. Son buenos para presumir y mejor para callarse cuando la realidad les es adversa. Esta actitud hipócrita no genera confianza en una ciudadanía ávida de señales optimistas.

Tomando en cuenta todo esto, ¿los liderazgos populistas van a salir fortalecidos por la crisis del COVID-19 o ésta se convertirá en su tumba política? Mañana hablaré de eso.

 

                Twitter: @leozuckermann

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