Ya con las cifras de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), que publicó la semana pasada el Inegi, sabemos que, en 2019, hubo una ligera caída de -0.1 por ciento. ¿Estancamiento económico o recesión? No importa. La discusión es ociosa. Lo que importa es qué podemos esperar para este año.
Los especialistas económicos pronostican un crecimiento de alrededor de 1% para 2020. Yo tengo mis dudas. Más bien creo que, si bien nos va, vamos a mantenernos en un crecimiento nulo con buenas probabilidades de, ahora sí, caer en una recesión.
¿Por qué?
El gobierno de López Obrador sigue sin convencer a los inversionistas. Los extranjeros están más optimistas. Se supone que estaban esperando a ver la resolución del nuevo tratado comercial México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Bueno, pues ya sólo falta la aprobación del Parlamento canadiense para que entre en vigor. Se da por descontado que será para el segundo semestre de este año. Esto podría desencadenar una ola de inversiones en nuestro país. Pero, ¡ojo!, hay que tomar en cuenta dos factores.
Primero, el T-MEC perjudica a una de las industrias más productivas para México, la automotriz, que tendrá que ajustarse para cumplir con las nuevas reglas de origen. Esto en un contexto donde las exportaciones y las ventas internas están a la baja.
Segundo, en Estados Unidos, de acuerdo con las encuestas y apuestas, hoy por hoy, el demócrata con mayor probabilidad de convertirse en el candidato de ese partido a la Presidencia es Bernie Sanders. Resulta que el senador por Vermont fue uno de los pocos legisladores que votó en contra del T-MEC, porque es más proteccionista que Donald Trump. De ser Sanders, efectivamente, el candidato demócrata, difícilmente le ganaría a Trump en noviembre. Pero, entre que son peras o manzanas, una vez más habría incertidumbre en torno a la permanencia o no de un tratado comercial de México con EU y Canadá.
Asumamos, sin embargo, que, a pesar del ruido político, sí hay un nuevo apetito por invertir en México con la entrada en vigor del T-MEC. El problema es que, a diferencia de los extranjeros, a los inversionistas nacionales, que son los que más pesan, todavía no les genera confianza el gobierno de López Obrador. Siguen sin creerle. No le perdonan la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Les preocupan legislaciones draconianas, como considerar la evasión fiscal como delincuencia organizada con prisión preventiva y sujeta a extinción del dominio. Les incomoda que el Presidente diga que las utilidades de las empresas deben ser razonables (¿qué es eso?). Y, claro, ven con mucha inquietud que el Presidente, en lugar de aceptar la atonía económica y se ponga a trabajar para revertirla, diga barbaridades como que el crecimiento del PIB no importa porque hay más desarrollo y justicia o que, casi en plan de chunga, afirme que él tiene otros datos.
La caída de la inversión bruta fija de casi 9% anual demuestra que los empresarios pueden sacarse muchas fotos con el Presidente y anunciar grandes acuerdos de proyectos conjuntos, pero, en la práctica, no están arriesgando su dinero en nuevas líneas de producción y/o servicios en el país.
El gobierno de López Obrador, con sus decisiones equivocadas, frenó el crecimiento económico de 2.1% de 2018 para llevarlo a -0.1% en 2019. Con indolencia, ineptitud y soberbia, pararon la economía y, ahora, como siempre ocurre, es muy difícil echarla a andar.
A esto hay que adicionar, ahora, el efecto que tendrá el coronavirus en la economía mundial. Es muy temprano para saber de qué tamaño será la desaceleración, pero, de que habrá, habrá. Recuérdese que uno de los grandes motores de la economía mundial es China. El otro es Estados Unidos, del que México depende muchísimo más. No obstante, el hecho de que China, por razones de salud pública, disminuya su actividad económica, generará una baja en la demanda agregada mundial. Ya lo estamos viendo en las principales materias primas, como el petróleo, que han sufrido importantes caídas estos días.
El coronavirus, sin embargo, podría convertirse en una bendición política para López Obrador. Ya sabemos que al Presidente no le gusta aceptar sus errores. Siempre les echa la culpa a otros. Bueno, pues si la economía mexicana sigue en su marasmo, López Obrador podrá decir que se debe a los efectos del coronavirus. De estancamiento económico cien por ciento producido en México, pasaríamos a un estancamiento o recesión producto de “factores internacionales”. Puros pretextos de un gobierno que, por sus errores y retórica, no genera confianza en los empresarios mexicanos.
Twitter: @leozuckermann