Las nuevas encuestas que están saliendo demuestran que el presidente López Obrador se mantiene con una popularidad alta. Alrededor del 70% aprueba la manera en que está gobernando al país. Lo que sí se ha deteriorado es la evaluación que hace la gente de la gestión gubernamental en materia de economía, inseguridad, salud, corrupción, etcétera. Los mexicanos perciben malos resultados del gobierno y, sin embargo, la popularidad del Presidente se mantiene alta.
¿A qué se debe esto? El lunes, en Es la hora de opinar, debatimos este tema. Jorge Castañeda presentó una propuesta que ya había escrito en su blog de la revista Nexos: “Tal vez el enigma se encuentre en las necesidades, los anhelos y los fantasmas de esa sociedad mexicana y no tanto en lo que haga o no haga AMLO […] ¿Qué hay en la sociedad mexicana que permite la emergencia de alguien como López Obrador? ¿Cómo se ha ido transformando esa sociedad que acepta de buena gana, incluso con entusiasmo, un desempeño gubernamental tan mediocre, si no es que francamente deleznable? ¿Qué tan necesitada está esa sociedad de algún tipo de esperanza, por falsa que sea, de algún tipo de interlocución con el otro o, si se quiere, el famoso “respeto”, que está dispuesta a tolerar ridiculeces, imbecilidades, mentiras y decepciones, sin cobrarle la factura al autor de todas éstas?”.
Javier Tello ofreció una hipótesis precisamente desde el punto de vista de la sociedad. La gente aprueba a un gobernante por dos razones: los resultados que produce y la dignidad que genera. Claramente, el gobierno de López Obrador deja mucho que desear en el primer rubro. Sin embargo, el Presidente, con sus múltiples acciones simbólicas, ha hecho que mucha gente se sienta identificada con él y que lo vea como un mandatario digno de ellos después de tantos años de una tecnocracia tan distanciada del pueblo.
Me parece muy interesante cambiar el enfoque de López Obrador a la gente. No obstante, yo sigo pensando, como he escrito en este espacio, que mucha de la popularidad del Presidente se debe a su genio comunicativo. Como nadie, maneja la comunicación política y los símbolos del poder. Ya he escrito varios artículos al respecto y no quiero repetir los argumentos. Lo que pretendo es agregar un nuevo elemento a la discusión: la falta de una oposición política.
Las elecciones de 2018 barrieron con los partidos políticos tradicionales. El PAN quedó en un estado catatónico. El PRI, fiel a su ADN presidencialista, rápidamente se acomodó con López Obrador, quedándose, entonces, como un partido satélite al estilo del Verde. El PRD está casi al punto de extinción. Movimiento Ciudadano no acaba de cuajar como una verdadera oposición.
Sin líderes y organizaciones partidistas opositoras, López Obrador se quedó con el monopolio de la política nacional. Nadie le compite. Nadie capitaliza sus errores y ocurrencias. Puede pasar un desastre como el de Culiacán y no pasa nada en la medida en que no existe un personaje opositor de tamaño nacional que salga a criticar un yerro de ese tamaño. López Obrador puede darse el lujo de todo tipo de eventos surrealistas (la presentación de la no presentación de la reforma judicial o la rifa de la no rifa del avión presidencial) sin que tenga consecuencias en las encuestas porque ningún opositor desenmascara los absurdos de la presente administración.
Quizá, por eso, el Presidente piense que gobernar no tiene mucha ciencia. Todo monopolio puede echarse a la hamaca porque no tiene que enfrentar a una competencia que lo desafíe. Son tan altos los beneficios monopólicos, que puede absorber costos altísimos de sus errores.
El presidente Vicente Fox tuvo a un extraordinario opositor que le hizo la vida de cuadritos: se llamaba Andrés Manuel, se apellidaba López Obrador. El presidente Felipe Calderón tuvo otro: también Andrés Manuel López Obrador. Ni qué decir del presidente Enrique Peña Nieto, quien enfrentó al mismo personaje. Cualquier error que cometieron estos mandatarios, López Obrador, de inmediato, trató de capitalizarlos a su favor. Un opositor nato y eficaz.
Hoy ese opositor es el Presidente y, afortunadamente para él, no tiene que enfrentar a ningún opositor.
¿Dónde está hoy el López Obrador de López Obrador? No existe. Y eso, creo, también le ayuda a mantenerse como un Presidente tremendamente popular.
Twitter: @leozuckermann