Quiero agradecer, felicitar y abrazar a Sergio Aguayo por su talante democrático y paciencia para enfrentarse al poder público por el solo hecho de haber criticado a un político que desprende un hedor a corrupción: Humberto Moreira.
En enero de 2016, el gobierno español detuvo al exgobernador de Coahuila y expresidente nacional del PRI por lavado de dinero. Aguayo escribió un artículo en Reforma sobre este asunto: “Humberto Moreira se enfrenta, finalmente, a una justicia: la española, que con ese acto muestra que las instituciones mexicanas son virtuosas en la protección de los corruptos”.
¿Acaso no tenía razón? Desde luego que sí.
Moreira, sin embargo, se enojó y demandó a nuestro colega por daño moral. Sergio sugirió una hipótesis para explicar el porqué de esta demanda: “quiere intimidarme y desgastarme porque estoy dirigiendo, desde El Colegio de México, una investigación sobre la masacre de Allende, Coahuila, del 2011 (los Zetas desaparecieron en ése y otros municipios a un número indeterminado de personas: el número más mencionado son 300). Él era gobernador en ese momento”.
Después de varios meses de litigio, el juez de primera instancia exoneró a Aguayo. Moreira, sin embargo, recurrió la sentencia. El caso pasó a un magistrado de la Ciudad de México, Francisco José Huber Olea Contró.
Afortunadamente, Aguayo consiguió que los abogados Sergio y Héctor Beristain lo defendieran pro bono. Y es que un litigio de este tipo puede costar una fortuna.
Después de más meses de espera, Olea Contró finalmente revirtió la sentencia del primer juez, declaró culpable a Aguayo y le impuso una indemnización de diez millones de pesos. Además, le ordenó depositar una fianza de 450 mil pesos para asegurar dicho pago.
“Algo huele a podrido en Dinamarca”, diría Shakespeare sobre la resolución de Olea. Recordemos que Humberto Moreira le heredó la gubernatura de Coahuila a su hermano Rubén. Éste le entregó una notaría en Saltillo nada menos que al hermano del magistrado Olea Contró. Por clarísimo conflicto de interés, debió haberse excusado de resolver la demanda de Moreira en contra de Aguayo.
No sólo no lo hizo, sino también revirtió la sentencia del primer juez que era favorable al editorialista de Reforma. Las consecuencias son enormes: ahora resulta que nos pueden demandar por daño moral y obligarnos a pagar enormes sumas de dinero a los que opinamos sobre personajes de la vida pública. Un poder, el Judicial, pretende silenciarnos. “Calladitos se ven más bonitos”. Una barbaridad para el derecho a la libertad de expresión.
Afortunadamente, el mundo se le vino encima a Olea Contró. En la prensa y redes sociales, al censor judicial lo llenaron de adjetivos muy adversos.
Ante esto, el magistrado envió una carta a SDP Noticias. Presume ser un demócrata por convicción: “estoy convencido de que la libertad de expresión debe ser absoluta, y que es gracias a la labor de los periodistas, que se ha logrado que este país sea más grande y sobre todo más informado”. Ahora resulta…
“Sin embargo, en mi labor como juzgador es mi deber dejar de lado mis convicciones personales y aplicar estrictamente la letra de la ley y la jurisprudencia que emana de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como los principios provenientes de los tratados internacionales de los que México es parte”.
Es cierto: un juez está para aplicar la ley. Pero muchas veces debe interpretarla a partir de diversos criterios. Tan es así que el primer juez le dio la razón a Aguayo. El segundo, a pesar de ser un “demócrata por convicción”, lo hizo de manera distinta y favoreció a Moreira. ¿Quién se equivocó?
En su misiva, Olea Contró soslaya el tema del posible conflicto de interés por la notaría que recibió su hermano del hermano de Moreira. Eso sí, hace votos para que la Suprema Corte modifique los criterios que utilizó para condenar a Aguayo: “incluso si llegaren a revocar la decisión, sabré entender y aprender de la decisión que se asuma por el máximo tribunal del país, en aras de continuar impartiendo justicia a seres humanos”.
Es claro: se está curando en salud.
Yo espero que la Suprema Corte efectivamente revierta esta sentencia y proteja el inalienable derecho que tenemos los columnistas y editorialistas a opinar con libertad.
Todo este proceso legal ha sido una pesadilla para Aguayo. Pero es una de esas cosas que hay que hacer en la vida para defender nuestras libertades. Por eso, desde aquí, agradezco, felicito y abrazo a Sergio.
Twitter: @leozuckermann