Los planes para construir relucientes estaciones de ferrocarril cubren las paredes del “salón de mapas” en el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR) de México, el centro de planificación para el “Tren Maya”.
Este es uno de los proyectos emblemáticos de Andrés Manuel López Obrador para impulsar la pobre economía del sureste. El ferrocarril turístico, de pasajeros y de carga alrededor de la península de Yucatán estaría financiado en un 90 por ciento por el sector privado, prometió el presidente.
Pero ya que no pudo obtener suficiente interés de los principales inversores en infraestructura para las asociaciones público-privadas propuestas, esos planes han sido abandonados. A pesar de una economía en declive, el proyecto de 7.4 mil millones de dólares ahora será financiado al 100 por ciento por el gobierno.
Durante mucho tiempo, los grandes proyectos de obras públicas han sido la norma en el país. Pero López Obrador es más ambicioso que la mayoría de sus predecesores. Planea construir una refinería de 8 mil millones de dólares, un aeropuerto de 4.2 mil millones de dólares y el Corredor Transístmico, un proyecto de transporte de 170 millones, así como 2 mil 700 sucursales de un banco estatal de desarrollo que costarán 530 millones de dólares, todo además del Tren Maya.
Para López Obrador no se trata solo de construir infraestructura prioritaria, sino también de implementar proyectos sociales urgentes destinados a elevar las partes subdesarrolladas de México.
El problema es que con las finanzas estatales bajo presión después de que la economía se contrajo 0.1 por ciento el año pasado, los analistas e incluso algunos expertos del gobierno temen que los sueños de López Obrador sean difíciles de cumplir.
“Podrían terminar siendo proyectos de infraestructura sin valor”, dijo Guadalupe Correa-Cabrera, profesora asociada de la Universidad George Mason. “No tengo ningún problema con que el Estado guíe la economía, pero me preocupa mucho no ver un plan o la capacidad del Estado para llevar a cabo estas inversiones”.
Rogelio Jiménez Pons, jefe de Fonatur, dijo que los estudios habían demostrado que el tren Maya, que está programado para iniciar operaciones de prueba en 2023, sería “altamente rentable”, un reclamo tratado con escepticismo por los grupos empresariales.
El proyecto enfrenta litigios de propietarios locales y ambientalistas que dicen que corre el riesgo de destruir las selvas.
El presidente López Obrador también está avanzando con sus otros proyectos de infraestructura, a pesar de dudas similares sobre su viabilidad.
La refinería de Dos Bocas en Tabasco, el estado natal del presidente, es quizás su proyecto preferido. A pesar de la abundancia de energía renovable barata, el presidente ha enfatizado la producción de combustibles fósiles y ve a la refinería como una forma de ayudar a México a eliminar su dependencia del combustible importado de Estados Unidos y revitalizar a Pemex, la empresa petrolera estatal en dificultades.
Él está avanzando con el proyecto en tierras pantanosas recuperadas a pesar de que los expertos dicen que su presupuesto y plazo, el proyecto debe completarse para mediados de 2022, no son realistas.
Luego está el nuevo aeropuerto. Antes de asumir el cargo, López Obrador desechó un aeropuerto, que estaba casi un tercio completado, diseñado por Norman Foster por 13 mil millones de dólares, diciendo que el proyecto era un derroche y que estaba plagado de corrupción. Ha puesto al ejército a trabajar en la construcción de uno más modesto que según dice, se inaugurará el 21 de marzo de 2022 “o mi nombre no es Andrés Manuel”.
Sin embargo, existen temores persistentes de que operar el nuevo aeropuerto en conjunto con el existente aeropuerto de la Ciudad de México puede no ser técnicamente factible.
Y la historia ofrece una advertencia con respecto al ferrocarril Transístmico. El tren que cruzaría el istmo de Tehuantepec, un atajo entre el Atlántico y el Pacífico que López Obrador ve como una alternativa al Canal de Panamá para la transportación de ciertos productos, está reviviendo un proyecto de más de un siglo que fue un fracaso, según Andrew Paxman, historiador y profesor en la universidad CIDE de México.
La ruta original, que comenzó en la década de 1840 y que no se completó durante medio siglo, fue “prácticamente inútil” una vez completada porque sus vías de ferrocarril no eran estándar y los puertos eran inadecuados, dijo Paxman.
El esfuerzo de López Obrador por impulsar las regiones del país que han quedado atrás ha sido muy bien recibido como justo y necesario desde hace mucho tiempo. “Pero los microcréditos podrían haber tenido un efecto social mucho mayor”, dijo Xavier Ginebra Serrabou, abogado comercial y columnista.
Los escépticos señalan las consideraciones políticas, y no sólo su deseo de ayudar a las regiones pobres.
Duncan Wood, jefe del Instituto de México en el Centro Wilson, un grupo de expertos, dijo que las 2 mil 700 sucursales del Banco de Bienestar estatal, que el presidente dice que el ejército construirá dentro de dos años, estaban destinadas a recordarles a los destinatarios de programas sociales y subsidios del gobierno que le deben sus ingresos mejorados al presidente.
Sobre el Tren Maya, Edmundo Gamas, el director ejecutivo del Instituto Mexicano de Desarrollo de Infraestructura, dijo: “Es difícil entender por qué, por peso gastado, no querríamos usar el dinero para construir hospitales. Es probable que terminemos con un proyecto inútil y costoso. La única pregunta es de qué tamaño será”.