Algunos observadores podrán preguntarse por qué López Obrador se encuentra de peor humor e incurre en más excesos y exabruptos que de costumbre estos días. Desde su rifa incomprensible hasta sus pregoneros y momias, pasando por la aceptación del comportamiento patético de sus seguidores y colaboradores, debe haber una explicación de tan extraña conducta. De nuevo, como a principios del año pasado, ésta yace en la multiplicidad de frentes que de repente se le han descompuesto, pero sobre todo, de la continua contracción económica que pone en riesgo todo su proyecto.
Los frentes de la salud y de la seguridad se han debilitado en las últimas semanas, por errores autoinducidos, por el legado anterior (bueno y malo en salud) y por la complejidad intrínseca del tema. Si en efecto Washington ya obligó a reemprender la guerra contra el narco, la violencia seguirá creciendo. Los proyectos faraónicos del sexenio se hallan todos en dificultades, por no decir en crisis, y cuando uno recuerda el cariño (o la obsesión) de AMLO por ellos, comprende como su empantanamiento lo puede perturbar seriamente. Lo mismo sucede con sus proyectos sociales. Al concluir el undécimo mes de puesta en vigor del esquema de Jóvenes Construyendo el Futuro, resulta que de los novecientos mil afiliados, solo 22 000 han conseguido empleo al terminar su plazo. Para eso era, justamente, no para entregarles un estipendio por un año.
Pero lo peor de todo, para variar, es la economía. En el fondo, quizás a AMLO no le preocuparía un sexenio de crecimiento nulo mientras pudiera conservar el valor del peso. Pero sus colaboradores saben que eso no es viable. Y las cifras son alarmantes.
Sabemos que en 2019 no crecimos; es posible que la economía se haya contraído 0.2 % a lo largo de todo el año pasado. Para 2020, aunque la mayoría de las estimaciones siguen en 1 %, ya Barclay’s, un banco que le atinó de los primeros al 2019, redujo su previsión a 0.6 %. Un banquero mexicano que también acertó desde temprano para 2019 vaticina ahora que este año, no creceremos. México padeció dos años consecutivos de crecimiento neto más o menos nulo unas cuantas veces en tiempos recientes: 2009-2010, 2001-2002, 1995-1996. Los primeros dos casos fueron claramente inducidos por el exterior; la del error de noviembre-diciembre se debió a las vicisitudes de la sucesión presidencial mexicana. Ésta será la primera vez que suceda algo parecido sin factor externo ni sucesorio. Ni hablemos de un tercer año semejante.
Lo más grave, sin embargo, es que la esperanza falsamente despertada entre la gente por López Obrador y la 4T no puede ni remotamente ser satisfecha sin crecimiento. Los colaboradores de AMLO lo saben, aunque él no lo acepte. Sí se lo dicen, y de allí su estado de ánimo cada vez más errático y voluble.