Justificar algo, especialmente si se trata de una falla, error u omisión, es tan común como el respirar. Para hacerlo aparecen argumentos y hasta razones cuya invocación –consciente o inconsciente- tiene como fin primordial el eludir una obligación. No tener que hacer algo, contar con motivos suficientes para despojarse de culpas, dejar que venza la flojera, optar por una gratificación instantánea, esconderse de algo que nos atemoriza o entristece, son algunas de las causas de las bien llamadas excusas.
Desde etapas tempanas las personas aprenden a invocar pretextos para eludir responsabilidades como: el maestro de matemáticas es muy aburrido; mañana me quedo en cama restableciéndome de mi diarrea y a ver cuando puedo repetir el examen de física; 15 minutos más para levantarme; me tomo una siesta antes de salir al gimnasio porque el día estuvo muy agitado …..¿Cuantos kilos hace que los 15 minutos de siesta han impedido que bajes de peso? ¿A cuanto excedió tu obligación del crédito porque no cumpliste la fecha límite de pago?
Sacar una causa de su ruta esperada de consecuencias, desde la antigüedad latina fue algo normal en procesos judiciales, liberando de responsabilidad a alguien; de ahí la tendencia de los seres superficiales en materia jurídica de usar las leyes solo para lanzar culpas a otros o eludir en mi persona lo que eventualmente debemos asumir. ¿Se justifican conductas persecutorias y hasta vengativas por causa de lucha contra la corrupción? A menudo escuchamos pretextos para evitar acciones que garanticen la seguridad de la figura presidencial ¿De verdad es heroico viajar por caminos despoblados en camionetas destartaladas disque para ahorrar recursos? Los beneficiaros de programas institucionales –guarderías, albergues para mujeres violentadas, hospitales de asistencia etc.- se han suspendido en aras de una mejor -más eficiente, menos costosa, más honesta y justa- atención a los ciudadanos ¿Por qué entonces encontramos tantos sectores que se quejan y desean volver al pasado? ¿Quiénes son los responsables de fallas sociales convertidas en injusticias, retrocesos y un sin fin de excusas para disculpar sus tétricas consecuencias?
En materia de psicología y psiquiatría hay toda una corriente que se opone a considerar la neurosis infantil y del adolescente como una enfermedad, aunque si se reconoce que hay trastornos neuróticos del desarrollo vinculados con la personalidad, destacando de entre la demanda de ayuda y compasión o la sumisión exigida a los otros, la huida de las responsabilidades propias como fuente de excusas que justifiquen comportamientos de ansiedad –fobias, miedos, rituales para supuesta suerte…- y toda clase de artilugios que eviten al ser en crecimiento enfrentarse con la realidad ¿En que momento el niño o adolescente se convierte en neurótico? Las inadaptaciones conductuales traducidas en sufrimiento o angustia sin motivo, ¿surgen desde edad temprana o por algún evento en el curso del desarrollo hacia la madurez?
Es mucha la materia de investigación de los especialistas, lo que si saben es que aquel que tiene un perfil neurótico, sufre y hace sufrir a quienes le rodean lo mismo si son familiares, amigos, subordinados o gobernados ¿Se trata de un retraso en la madurez? ¿Por qué personas con niveles intelectuales altos, cometen errores justificables en un chico preescolar? ¿Es ingenuidad o un “atorón” en el proceso evolutivo que se convierte en el mejor de los casos en una interrupción del proceso y en el peor una inadaptación imposible de ser revertida? ¿Será cuestión de tiempo? ¿Hay factores genéticos que nos predisponen a todos a convertirnos en neuróticos? ¿Qué problemas externos –carencias físicas o emocionales abandono, abusos– pueden convertir en graves las conductas neuróticas? ¿Ayudan las excusas a ocultar lo patogénico de la neurosis?
La historia es abundante en la existencia de personajes, realmente enfermos que con una sonrisa o demostrando en cabalidad su esencia, dañaron a grupos y hasta pueblos enteros. ¿En que casilla de causalidad de sus excusas, puedes encuadrar a personajes como: Calígula, Nerón, Roberto Mugabe, Hitler, Francisco Franco, Rafael Videla, Anastasio Somoza, Mao Tse Tung, y tantos otros desde tiempos inmemoriales? Los expertos en proponer excusas ¿lo hacen porque buscan gratificación inmediata? ¿Tienen miedo, a fracasar o a no lograr sus metas? ¿Su imaginario les hace sobrestimar su productividad futura o simplemente consideran que no habrá consecuencias inmediatas si algo se pospone?
De todas las excusas que pudiéramos enumerar, quizá la más conocida es la del “Yo no fui”, en el primer libro que se clasificó en la Biblia, cuando el creador del universo pregunta a Adán ¿que pasó con la regla de no probar del árbol de conocimiento del bien y del mal? responde que él solo fue complaciente con Eva, porque en realidad, ella fue la que probó. Luego Eva -que hay quien la considera como el primer ser investigador de la humanidad- dijo que la engañó la serpiente; en conclusión, el único culpable era Dios por andar, poniendo en el paraíso un árbol accesible a la humanidad para el conocimiento del mal.
Sea como sea, las excusas son una herramienta común y corriente para eludir responsabilidades y base de muchas patologías que nos llevan a mentir, engañar, imaginar cosas irrealizables y en general molestar a muchos si acaso no desarrollamos el autoanálisis suficiente para sobreponernos a ellas. ¿Cuántas veces hemos escuchado, señalamientos de culpa de gobernantes o autoridades que ya no están como una forma de excusarse de avanzar hacia un México más desarrollado, justo, rico y feliz? Ojala que haga un análisis de sus propias excusas para luego poder cumplir sus buenos propósitos.