Emboscar un vehículo, acribillar a los ocupantes y quemarlos es un acto de asesinato y de terror.
Entrar a una casa y eliminar a una familia completa, es un acto de asesinato y terror.
Ejercer una persecución de causantes al fisco con una cuota de encarcelados es un acto de terror.
Hay diversas formas de terror, aquella ejercida en manos de diversos actores, ejemplos de ella abundan en el mundo; terror ejercido por grupos con una clara identidad ideológica, como por ejemplo los grupos extremistas islámicos; terror ejercido por grupos criminales asociados a fuerzas políticas, como lo que sucedió con la familia LeBaron, o los secuestros, violaciones, desaparición/ asesinato de mujeres jóvenes en Michoacán.
Todas las formas de terror tienen un mismo objetivo: paralizar a la sociedad y mostrar que las instituciones de gobierno son incapaces de garantizar la seguridad de la sociedad, claro está que las consecuencias políticas son distintas según de la forma de terror que se aplique.
Frente al terror de Estado la sociedad puede hacer poco, porque esos actos se ocultan bajo la careta de la legitimidad.
Frente al terror ideológico, la sociedad está indefensa y los gobiernos en ocasiones muestran poca eficacia, normalmente reaccionan posterior al hecho como ha sucedido en los acuchillamientos en el Puente de Londres, en este terreno se desarrolla una guerra encubierta en la que participan diversas fuerzas de distintos países.
En el terror aplicado por el crimen autorizado usualmente hay fuerzas gubernamentales que apoyan a la violencia criminal porque se benefician de los resultados de la agresión, lo que convierte sus acciones en terrorismo y lo apega al Estado.
Importa poco el tema/causa escondida detrás de las agresiones. Hay un fuerte debate alrededor de la agresión contra la familia/secta/clan LeBaron, la familia reclama una agresión estrictamente criminal, hay quién sugiere que una de las motivaciones ha sido el control del agua, otros sugieren que no hay que perder de vista el Litio, que supuestamente abunda en la región del crimen, hay quién sugiere una revancha a cambio de agravios anteriores. Ciertas causas pueden ser más graves que otras, pero sea cuál sea la causa el acto mismo reclama una acción rotunda por parte del gobierno, especialmente porque el hecho violento se dirige hacia la sociedad en general.
Si estamos ante actos de terror, es un error tratar de evadir la clasificación por temor a acciones políticas, especialmente las que vienen del exterior. Más bien, la definición del acto es fundamental para establecer políticas apropiadas.
Hay que separar con cuidado los eventos. Una cosa es reconocer la dimensión que tiene el crimen autorizado en el país y otra el manejo de la política internacional, incluida la intención o tentación de Trump para generar su propia guerra que lo apoye para la reelección y aleje la mirada del impeachment.
El crimen autorizado es un fenómeno estructural que tiene comprometidas a las policías y las fuerzas de seguridad, son muchos los jueces, funcionarios y agentes del orden que se benefician de la relación con los criminales, otra cosa es que desde Estados Unidos se intente violentar el marco de colaboración en relación al narcotráfico, por medio de una intervención mayor. Esta cuestión llevan mucho tiempo intentándola.
Para que el gobierno se atreva a declarar una guerra, requiere la autorización del congreso, cosa que seguramente no sucederá.
Hoy las agencias de inteligencia estadounidenses tienen metidos los brazos en México. DEA, aduanas y FBI mantienen informantes en diversos niveles, tanto con criminales como con funcionarios y no les conviene una disrupción en sus mecanismos de acción. Esta será una oposición contra Trump.
Aunque hay panistas invitando la intervención externa, al gobierno mexicano le convienen las agresiones de Trump para lograr la unidad nacional en un gran frente anti-yanqui. ¿Habrá quién quiera pescar en ese río revuelto? Por supuesto, pero en la nueva época de transparencia involuntaria, todas las fichas caerán en su lugar.