No puede haber una gran transformación histórica del país si los gobiernos no resuelven el problema de la violencia en México. Proveer seguridad es la principal tarea del Estado. Pues el nuestro no está cumpliendo. Los números son apabullantes. Un desastre, sobre todo para un gobierno que se presume “de izquierda”, creyente en la gran capacidad del Estado para transformar la realidad social. Bueno, pues su estatismo ha sido un fracaso porque ni siquiera pueden proveer el servicio más básico de todo gobierno: la seguridad.
Un año ha pasado desde que López Obrador tomó posesión. 28 mil 396 homicidios dolosos entre diciembre de 2018 y octubre de 2019, de acuerdo con las cifras oficiales. Para ponerlo en perspectiva, imagine usted un bosque con esa cantidad de árboles. Un pino en conmemoración de cada mexicano que ha sido asesinado durante este sexenio. Ocuparía un terreno de más de 25 hectáreas para recordarnos el drama de la violencia en nuestro país.
Es cierto: López Obrador heredó este problema de la administración pasada. Como Peña lo heredó a Calderón, quien, en 2007, el año más pacífico de la historia contemporánea del país, con ocho homicidios por cada cien mil habitantes, le declaró la guerra al crimen organizado. Desde entonces, el país se ha convertido en un cementerio, como le gusta decir a López Obrador. Y así es. Hoy tenemos más de 30 homicidios dolosos por cada cien mil habitantes.
Cuando estaban en la oposición, los lopezobradoristas, en voz alta, reclamaban por los “muertos de Calderón”; luego por los de Peña. Bueno, pues ahora ellos llegaron al gobierno con la promesa de corregir el rumbo y están lejos de hacerlo. Por el contrario, el problema se ha agudizado. 2019 será el año más violento desde 1990.
Pregunta: ¿ya podemos hablar o no de los muertos de López Obrador? Los gobiernistas dirán que no, que todavía son cifras de un problema heredado. Los opositores dirán que sí, que ya son los responsables de la siniestra contabilidad. La realidad es que esto de colgarle muertitos a un Presidente es pura política que utiliza la oposición para desacreditar al gobierno en turno. Lo hizo López Obrador desde fuera del poder. Ahora, que está ejerciéndolo, le toca recibir estas mismas críticas. Jesús, a quien tanto gusta citar el Presidente, dijo en el Evangelio de San Mateo, “Qui gladio occidit, gladio occisus erit”: quien toma la espada, a espada morirá. El gobierno actual, en este sentido, recibirá el pago con la misma moneda que cuando estuvo en la oposición. En carne propia experimentarán el daño retórico que ellos causaron a los gobiernos anteriores.
Algo hay de justicia divina. Pero de nada nos sirve a los mexicanos toda esta politiquería. Lo que queremos son soluciones. Que la tendencia de todos los crímenes que más nos agravian (homicidios dolosos, extorsiones, secuestros y robo con violencia) tenga ya un punto de inflexión. Que dejen de crecer para comenzar a disminuir.
Basta de frases huecas, pretextos y de colgarle muertos al Presidente en turno. Como dijo el empresario Alejandro Martí hace once años, después de haber perdido a su hijo, quien fue asesinado por unos secuestradores, “si no pueden, renuncien”. Lo expresó frente al entonces presidente Calderón y todos los gobernadores, incluidos el jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, hoy el hombre más fuerte del gabinete de López Obrador. La frase cayó como una lápida sobre los gobernantes. Ninguno, sin embargo, renunció. Tampoco dimitió ni un solo funcionario durante el sexenio de Enrique Peña Nieto por la incompetencia de las autoridades para resolver la inseguridad pública.
En México, al parecer, nadie renuncia por estos motivos. No en sexenios anteriores, no en el actual. Los responsables siguen campantes a pesar de los malos resultados. Ni siquiera se van a sus casas, con la cola entre las patas, cuando cometen errores tan escandalosos como el arresto fallido del hijo del Chapo Guzmán en Culiacán.
Primer año de gobierno: un bosque de 28 mil 396 árboles por cada asesinado durante el presente sexenio. ¿Los muertos de López Obrador? Usted decida. Lo que a mí me queda claro es que son los muertos de un gobierno que pretende transformar la vida pública en el país cuando ni siquiera puede proteger las vidas de sus ciudadanos.
Twitter: @leozuckermann