En medio de la vorágine informativa del tema de la inseguridad y violencia, quedó eclipsado otro asunto de la mayor importancia para el país: el estancamiento económico.
No sorprendieron los últimos datos del Inegi que demostraron que la economía mexicana no está creciendo. Mientras que el Producto Interno Bruto (PIB) del país no se incrementó durante todo un año (entre el tercer trimestre de 2019 y este mismo trimestre de 2018), la población sí aumentó.
Por tanto, hoy, en promedio, cada mexicano es más pobre que hace un año, es decir, el PIB per cápita es menor.
Esta variable, sin embargo, es en promedio. Para este gobierno es muy importante que, a pesar de la falta de crecimiento, se haya distribuido mejor el ingreso. Si esto hubiera sido así, los más pobres habrían tenido un crecimiento de sus ingresos a costa de los más ricos, quienes, entonces, habrían tenido una pérdida mayor en promedio del PIB per cápita.
Todavía no tenemos datos para comprobar si esto ocurrió o no.
Lo único cierto es que, en promedio, hoy, cada uno de los mexicanos es más pobre que hace un año.
Vale la pena destacar que el estancamiento de la economía actual está hecho en México. Algo afectaron los factores internacionales, pero, en la medida en que la economía estadunidense sigue creciendo sostenidamente, en nuestro país no.
Nos desacoplamos de nuestro principal socio en materia económica: ellos crecen, nosotros no.
Esto se explica por la caída de la inversión en México, producto fundamentalmente de la falta de confianza de los inversionistas privados, derivado, a su vez, de los errores y señales que ha mandado López Obrador desde que ganó la Presidencia el año pasado.
A pesar que los empresarios organizados se reúnen constantemente con el Presidente y los funcionarios que manejan los temas económicos, la realidad es que no han sacado sus chequeras para invertir más allá de lo que necesitan para mantener sus negocios a flote.
Esto, desde luego, lo sabe el gobierno y, creo, han comenzado a tratar de ganarse la confianza del sector privado. ¿Cómo?
Primero, solucionando un problema que ellos mismos generaron. Me refiero al diferendo que tuvieron con las empresas propietarias de ductos para transportar gas natural. El Presidente y el director de la CFE consideraron como “leoninos” los contratos que tenía la empresa eléctrica del Estado con esas corporaciones. Querían, por tanto, cambiar los términos contractuales, algo que nunca cae bien en inversionistas que han gastado miles de millones de pesos en infraestructura de acuerdo a las reglas convenidas. Gracias a los buenos oficios de los líderes empresariales y el pragmatismo de parte del gabinete presidencial, se logró la renegociación de dichos contratos.
Cierto, se apagó un incendio que el mismo gobierno había generado, pero qué bueno que fue así.
Segundo, el Presidente envió al Congreso un presupuesto ortodoxo para 2020. Se sostiene, de nuevo, la promesa de disciplina fiscal, pilar fundamental para la estabilidad macroeconómica del país.
Tercero, se ha filtrado información de que, por un lado, el gobierno de AMLO estaría dispuesto a reanudar las subastas para que el sector privado pueda invertir en la exploración y explotación de campos petroleros en aguas profundas.
Por el otro, se habla de que se reactivarían las Asociaciones Público-Privadas (APP), con el fin de construir más de mil 600 proyectos de infraestructura. Para tal efecto, empresarios y gobierno estarían negociando un primer paquete que anunciarían este mes.
Ambas acciones –rondas y APP en infraestructura– serían señales muy positivas para reactivar el apetito de los inversionistas y el crecimiento económico. El problema es que, por lo pronto, estamos como en la obra teatral de Samuel Beckett Esperando a Godot. Pasa el tiempo y Godot no aparece. El gobierno no anuncia la reanudación de las rondas petroleras ni el comienzo de algunos de los proyectos de infraestructura. Sobre éstos, el columnista financiero Darío Celis informaba ayer que el programa “cayó en un impasse tras la toma de liderazgo que asumió Arturo Herrera desplazando a Alfonso Romo” y que los líderes empresariales Carlos Salazar y Antonio del Valle se habían reunido con el Presidente, donde “no fueron muy optimistas” con este asunto.
¿Llegarán, pronto, las señales positivas para que la economía mexicana vuelva a crecer? Eso espero. Que los mexicanos no acabemos como en la obra de Beckett donde Godot nunca llega.
Twitter: @leozuckermann