Los presidentes en México han utilizado crecientemente a nuestras Fuerzas Armadas para actividades que no son precisamente del ámbito castrense. La más conspicua es, sin duda, la seguridad pública. López Obrador ha ampliado, una vez más, el mandato de soldados y marinos. El Ejército, por ejemplo, va a construir y administrar el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en Santa Lucía. Por su parte, la Marina está recolectando el sargazo que está llegando a las costas del Caribe.
Paradójicamente, en la medida en que México ha dejado atrás un régimen autoritario para convertirse en una democracia liberal, es cada vez más evidente la presencia de soldados y marinos en las calles y playas. Crecientemente, los civiles recurren a los militares para resolver todo tipo de problemas públicos. El problema es que las Fuerzas Armadas siguen siendo, como en las épocas autoritarias, espacios donde existe poca transparencia para el público.
La realidad es que los civiles mexicanos sabemos muy poco acerca de nuestro Ejército y Marina. En la práctica, parecería que sigue operando la vieja regla no escrita del régimen autoritario, donde los políticos no se metían en los asuntos internos de las Fuerzas Armadas. El mundo militar mexicano sigue muy cerrado. Sólo hay un puñado de académicos y especialistas civiles que tienen relaciones con los soldados y marinos y que saben algo de lo que ocurre dentro de las instituciones castrenses. Recordemos, además, que, en el periodo posrevolucionario, los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina han sido militares en activo. Nunca un civil ha dirigido ambas instituciones, cuando, en casi todas las democracias del mundo, son mandos civiles los que están a cargo de los ministerios castrenses.
Encuesta que sale, encuesta que demuestra que las Fuerzas Armadas son de las instituciones con mayor prestigio del Estado, de acuerdo a la opinión pública. No hay duda: la gente aprecia a los soldados y marinos. Qué bueno. Y qué bueno que los militares, a diferencia de lo que sucedió en la mayoría de los países de América Latina en la segunda mitad del siglo XX, no hayan caído en la tentación de dar un golpe de Estado. Pero esto no justifica que continuemos por el mismo camino de “zapatero a tus zapatos”, es decir, que los militares tengan su propio mundo con muy poca comunicación al mundo de las autoridades civiles elegidas por la ciudadanía. Pienso que ha llegado el momento de ensanchar el puente entre estos dos mundos.
Uno de los principales temas de la ciencia política es la relación entre los militares y civiles en un régimen político. En 1991, Kotera M. Bhimaya escribió una disertación en la corporación RAND acerca de este tema, comparando los casos de la India y Pakistán. Cuando, en 1947, se independizaron estas dos naciones del Reino Unido, y luego se separaron, compartían la misma estructura en sus Fuerzas Armadas. Ambos ejércitos estaban acostumbrados a un mando civil, siguiendo la tradición británica. Sin embargo, en años posteriores, en India no hubo intentos de golpes militares, mientras que en Pakistán fueron frecuentes. Un país pudo mantener el control civil sobre las Fuerzas Armadas, el otro no. ¿Por qué?
De acuerdo a Bhimaya, hay cuatro políticas que conducen a un modelo más parecido al de India que al de Pakistán, es decir, que los civiles manden a los militares y éstos no caigan en la tentación de intervenir en la política. Primero, las Fuerzas Armadas deben utilizarse con moderación para suprimir la violencia interna y ser estrictamente supervisados por las autoridades civiles. Segundo, los militares deben integrarse en las dependencias civiles y policiales para incrementar la cooperación y reducir la animosidad y la desconfianza entre ellos. Tercero, el liderazgo político debe concentrarse en resolver los problemas del país más que construir una base electoral. Y, finalmente, “los políticos y medios de comunicación deben sensibilizar al público sobre los asuntos de seguridad nacional, de tal suerte que la planeación de la seguridad se beneficie de las ideas de múltiples fuentes y de un debate informado”.
Menciono este interesante estudio para demostrar que, en México, tanto civiles como militares estamos en falta. Es hora de comenzar un debate serio y profundo de cómo ampliar el puente entre estos dos mundos.
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