Desde hace años he pensado que el repunte de la violencia en México, medido a través del número de homicidios dolosos por año, que vivimos a partir de 2015, se debió, en parte, a la decisión de comisionar a un número desconocido de efectivos militares y de la Policía Federal a la frontera sur, desde el mes de julio de ese año, para atender la exigencia del presidente Obama de detener a los menores de edad no acompañados procedentes de Centroamérica dirigiéndose a Estados Unidos. Recordemos que a partir de 2013 el número de homicidios dolosos en México comenzó a descender, y siguió bajando en el 2014. Es a partir de 2015 cuando vuelve a subir, lo cual sigue haciendo hasta el día de hoy. Si bien no es posible establecer una correlación mecánica ni exacta entre la dispersión de las fuerzas de seguridad a otras tareas, y el incremento ya mencionado, es posible que sí exista esa relación. Voces más autorizadas que yo, como Eduardo Guerrero y Alejandro Hope, no lo afirman, y algunos corresponsales extranjeros sostienen que no hay tal. No lo sé, simplemente dejo esa hipótesis al lector.
La pertinencia de esta última especulación proviene de una serie de datos publicados el domingo por el periódico Milenio en su primera plana. Según datos obtenidos por el diario a través de una solicitud de información a la unidad de transparencia de la Secretaría de la Defensa Nacional, “las incautaciones de heroína se redujeron en 75%, entre diciembre de 2018 y mayo de 2019, en relación al mismo periodo de 2017-2018. Las de metanfetamina descendieron 70.1%; el aseguramiento de mariguana, 51.2%, y el de cocaína, 24.7%”. En cambio, según las autoridades norteamericanas, con información de Homeland Security, de la DEA y de la patrulla fronteriza, los aseguramientos en los estados fronterizos de Estados Unidos aumentaron durante el mismo periodo y en relación al mismo lapso anterior: heroína, más 36%; metanfetaminas, más 30%; cocaína, más 23%.
En otras palabras, nosotros estamos decomisando menos –mucho menos que hace un año– y ellos están interceptando bastante más en relación también a hace un año. Esto puede deberse a dos motivos diferentes. El primero, que en mi opinión sería altamente deseable y aplaudible, es que el gobierno de México haya decidido dedicar menos recursos financieros, humanos, militares, de seguridad, policiacos, etcétera, a decomisar drogas encaminadas a Estados Unidos. Habría decidido también dejar esa tarea en manos de los norteamericanos, como parece ser el caso, o no, y permitir la salida de drogas a ese país. En todo caso, se vuelve un problema de ellos en lugar de ser un problema nuestro. No descarto que a pesar de la sumisión de López Obrador a Trump en muchos otros aspectos, en este tal vez pueda haber decidido que no va a hacerle el caldo gordo como en los demás. Sería una noticia muy bienvenida. No es que lo crea a pie juntillas, pero no me parece descartable.
La otra posibilidad es que esté sucediendo algo parecido a lo que yo sugiero aconteció en 2015 y 2016. Mandar al Ejército a manejar pipas, construir aeropuertos, crear una Guardia Nacional, perseguir huachicoleros, reprimir y, en su caso, maltratar a migrantes –centroamericanos y de otros países–, detenerlos e impedir su salida de los centros de detención y de México hacia Estados Unidos, y hacer más o menos lo mismo con lo que queda de la Policía Federal, son hechos que pueden haber desembocado en una menor concentración de esfuerzos y de recursos en la guerra contra el narcotráfico. No como una política o un resultado deseados, sino simplemente como un “daño colateral” de las políticas públicas decididas en otros ámbitos, por otros motivos. Es un hecho que no alcanza la cobija para todo. Esto lo hemos comprobado en otros momentos, en otros casos.
¿Cuál de las dos explicaciones es la buena? Para empezar, habría que obtener más información de la que de manera muy encomiable ha logrado Milenio, para saber en qué estados se redujo el volumen decomisado. Por ejemplo, hay quienes sostienen que el aumento de consumo de fentanilo en Estados Unidos ha traído consigo una disminución del cultivo de amapola en Guerrero, por tanto, incluso de la violencia en Guerrero, y, por tanto, lógicamente, una caída también del volumen de heroína decomisada camino a Estados Unidos. Posiblemente esta sea una explicación parcial de estas cifras. También sería necesario saber qué explicación da de estos datos el Ejército y la policía o la Secretaría de Seguridad de Seguridad Ciudadana, que supongo es la responsable de todo ello, y si los propios Estados Unidos confirman estos datos, tanto los de sus decomisos como los de México. Nada de eso ha sucedido y, por lo tanto, no estamos más que especulando.
Pero estamos especulando a partir de datos proporcionados por la Secretaría de la Defensa. No se trata de meros inventos. Creo que hay aquí varias hipótesis que conviene explorar, sobre todo por parte de expertos mucho más autorizados que yo para hacerlo.