Este gobierno es un desorden. Apenas estábamos procesando analíticamente la crisis en la Policía Federal por su integración a la Guardia Nacional, cuando el principal funcionario del gabinete presidencial, el secretario de Hacienda y Crédito Público, presenta su dimisión. Otra renuncia que en realidad es una denuncia de lo que está pasando ahí adentro.
No lo dice la mafia del poder. No lo dice la prensa fifí. No lo dicen los adversarios conservadores. Lo dice el que, hasta ayer, era el titular de Hacienda. En este gobierno se toman decisiones extremistas y caprichosas. En palabras de Carlos Urzúa: “Discrepancias en materia económica hubo muchas. Algunas de ellas porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento. Estoy convencido de que toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco”.
En este gobierno hay improvisación, influyentismo y posibles conflictos de interés. De nuevo Urzúa: “Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”.
Urge que el Presidente ponga orden en su gobierno. Urge que deje de estar en campaña y comience a gobernar. Urge que nombre a un verdadero jefe de la Oficina de la Presidencia que coordine las actividades de su gabinete. Urge reconocer que no pueden continuar dando tumbos y justificándose con pretextos de que el país está en una gran transformación. No puede haber una transformación si no hay buena administración. Basta ya de ocurrencias, improvisaciones, caprichos y desgobierno. El país aguanta, pero ya está llegando a su límite en el tema de la inseguridad y falta de crecimiento económico.
Se fue Urzúa quien, como Germán Martínez, aprovechó su renuncia para denunciar lo que está pasando ahí adentro. Llega Arturo Herrera, un buen sustituto. Hay que reconocer los rápidos reflejos del Presidente para nombrarlo y detener la incertidumbre que ya estaba manifestándose en una depreciación del peso frente al dólar.
Los mercados recibieron bien el arribo de Herrera a Hacienda y se calmaron. No obstante, los retos del nuevo secretario son muchos. Su cara, al informarse su nombramiento, lo decía todo: pura preocupación. No es para menos. Además de los problemas que apunta Urzúa en su carta de renuncia (decisiones extremistas y caprichosas, improvisación, influyentismo y posibles conflictos de interés), está el tema del bajo crecimiento económico.
La economía mexicana está estancada. Los inversionistas nacionales y extranjeros no acaban de darle su voto de confianza al gobierno de AMLO. Siguen teniendo dudas. La renuncia de ayer de Urzúa las aviva. Herrera tendrá que disiparlas. Ayer, en su primera conferencia de prensa como secretario de Hacienda, se comprometió a continuar con un manejo responsable de las finanzas públicas, con lograr un superávit primario de uno por ciento como proporción del Producto Interno Bruto en el ejercicio del Presupuesto 2019, con mantener la estabilidad del sistema financiero nacional y con respetar la autonomía del Banco de México.
No habló Herrera, sin embargo, de uno de los grandes elefantes en la sala: la delicada situación financiera de Pemex. Si en los próximos meses no logra revertir la tendencia actual, la bomba explotará en la petrolera mexicana con ondas expansivas sobre la deuda soberana mexicana.
Un último comentario sobre la renuncia/denuncia de Urzúa y la llegada de Herrera. Históricamente, alrededor de López Obrador, orbitaban cuatro buenos y reconocidos economistas que le daban gran credibilidad a su proyecto. Primero, Rogelio Ramírez de la O, quien declinó participar en el gobierno para seguir en su muy exitoso despacho de consultoría económica. Segundo, Gerardo Esquivel, quien supuestamente se convertiría en subsecretario de Egresos, pero que, en un movimiento no del todo claro, decidieron nombrarlo subgobernador del Banco de México. Tercero, Carlos Urzúa, quien salió ayer azotando la puerta de Hacienda. Cuarto, Arturo Herrera, quien le entró al quite en esta secretaría. No veo a nadie más en ese bullpen de pitchers económicos. Si mañana, por alguna razón, se fuera Herrera, ¿quién quedaría en Hacienda? ¿Traerían a alguien de fuera? ¿Algún neoliberal del pasado o un ideólogo heterodoxo?
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