Trump le puso una pistola en la cabeza a AMLO: si no haces lo que queremos, vamos a imponer un arancel a todas tus importaciones, lo cual tendrá terribles consecuencias para tu economía. López Obrador envió corriendo a Ebrard a aceptar prácticamente todas las condiciones del gobierno estadunidense. No habrá, por tanto, aranceles. Festejemos. ¿De veras?
No. No se puede festejar por una razón fundamental: esto no ha terminado. Por el contrario, apenas está comenzando.
Trump, de nuevo, ya se dio cuenta de la debilidad mexicana y seguirá utilizándola en el futuro. Así lo anunció en un tuit: “Ahora habrá una gran cooperación entre México y Estados Unidos, algo que no existió durante décadas. Sin embargo, si por alguna razón desconocida no existe, siempre podemos volver a nuestra posición anterior, muy rentable, de tarifas”. Más claro ni el agua. O se portan bien, y hacen lo que yo quiera, o les vamos a reventar la economía con aranceles a sus exportaciones. “¿Comprende?”.
El daño está hecho y es enorme. Mientras Trump esté en la Presidencia, el Tratado de Libre Comercio con ese país (ya sea el TLCAN vigente o el T-MEC en proceso de ratificación legislativa) no dará la certeza a los inversionistas de que los productos mexicanos entrarán libres de aranceles a Estados Unidos. Trump, invocando una oscura legislación de emergencia nacional, podrá amenazar e imponer las tarifas que se le pegue la gana. Este tipo de abuso de poder unilateral es exactamente lo contrario que se pretende al firmar un tratado internacional de comercio.
México cedió en materia migratoria para evitar, por el momento, los aranceles. Se ampliará el programa Remain in Mexico para los centroamericanos que soliciten asilo en EU. Se utilizará a la Guardia Nacional para detener a los centroamericanos en la frontera sur del país. El asunto se revisará en 90 días para ver si México está cumpliendo. De lo contrario…
Quizá este hubiera sido un buen acuerdo si, efectivamente, se hubiera logrado el compromiso de no aranceles y el respeto al libre comercio en definitiva. A cambio, México se convertiría en una especie de muro para los migrantes que van rumbo a EU. Sería el precio de mantener nuestro rentable trato comercial. Como dijeraEnrique de Navarra: “París bien vale una misa”. Pero aquí no nos están entregando París. Todo lo contrario. Nos volverán a amenazar para pedirnos más y más y más…
Vieja historia de la historia mundial. Abundan los casos de cándidos que tratan de apaciguar a bullies ambiciosos. En 1938, el primer ministro del Reino Unido le entregó Checoslovaquia al dictador alemán para apaciguarlo. “Traje la paz con honor desde Alemania […] vayan a sus casas y duerman tranquilos”, declaró Chamberlain a los británicos. Días después, Winston Churchill, quien sabía perfectamente que Hitler era un bully imposible de apaciguar, utilizó una metáfora para caracterizar el acuerdo que había traído Chamberlain desde Múnich: “Pidieron una libra esterlina a punto de pistola. Cuando se las dieron, exigieron dos libras esterlinas a punto de pistola. Finalmente, el dictador consistió en tomar una libra 17 chelines y seis peniques, y el resto en promesas de buena voluntad para el futuro”. Ya sabemos cómo terminó esa historia. Nadie pudo apaciguar al bully quien, cada vez más empoderado, se lanzó a conquistar el mundo a punta de balazos.
Regreso al caso mexicano. Muchos dirán que AMLO no tenía alternativas. Si no hubiera cedido, hoy tendríamos encima aranceles del 5% a nuestras exportaciones. Quizá. Lo primero que no sabemos es si Trump los hubiera decretado. Igual y se trataba de un faroleo. Vamos a suponer, sin embargo, que sí las hubiera impuesto. Los propios intereses estadunidenses afectados las hubieran detenido: el Congreso, los gobiernos locales y los empresarios. Las Cortes habrían recibido decenas de demandas argumentando que el presidente se estaba extralimitando en sus facultades. En lo que se resolviera el fondo del asunto, algún juez habría ordenado la suspensión temporal del acto de autoridad de Trump.
Creo que hubiera sido mejor esta alternativa. México habría salvado cara. Quizá habría tenido un mayor costo económico en el corto plazo, pero no en el mediano y largo. Aquí el problema es que no se resolvió el problema de fondo. Por el contrario, se agudizó. Al ceder con un bully como Trump, AMLO demostró fragilidad. Más temprano que tarde, el bully regresará empoderado por su victoria. Como dijera Churchill en aquel discurso en el que criticó la intención de apaciguar a Hitler: “No supongamos que este es el fin […] Este es sólo el primer sorbo, el primer anticipo de una copa amarga que se nos ofrecerá año tras año”.
Twitter: @leozuckermann