Comenté en mi artículo del viernes pasado cómo pienso que se desarrollará la campaña y la elección presidencial norteamericana en 2020, y expliqué por qué pensaba que Trump perdería y que prácticamente cualquier candidato demócrata se encontraba en situación de poder ganarle. ¿Pero qué significa cualquier candidato demócrata? La semana pasada mencioné algunos, pero quisiera desarrollar un poco mis reflexiones al respecto.
Lo que más interesa y más importa no es tanto la personalidad o los atributos de quien vaya a encabezar el ticket demócrata, si no el proceso mediante el cual sea elegido o elegida, y las posiciones políticas y programáticas que vayan surgiendo durante la campaña y se vuelvan cada vez más consensuales dentro del partido demócrata.
Con la excepción de Joe Biden, entre los aspirantes punteros y de algunos contendientes moderados de estados del centro o centro-oeste del país, prácticamente todos los candidatos han abrazado ya posiciones que he llamado “socialdemócratas”, en una nota publicada por Project Syndicate hace un par de meses y próximamente en el número de agosto de la revista Nexos. Elizabeth Warren, Cory Booker, Bernie Sanders, Beto O´Rourke, Pete Buttigieg, y casi todos los demás han adoptado una serie de definiciones que claramente perfilan un nuevo acercamiento norteamericano a lo que podríamos haber llamado hace tiempo la socialdemocracia europea. Enumero simplemente algunas de esas posturas, empezando por las más importantes.
En primer lugar lo que se ha llamado medicare for all; es decir, un sistema nacional universal público y gratuito de salud en Estados Unidos. No están lejos: conviene recordarlo. Entre los seguros privados, el medicare para los adultos mayores, el medicaid para las personas de menor ingreso, y el obamacare para la mitad de los que faltaban, sólo quedan en realidad unos 20 millones de norteamericanos sin seguro médico. No obstante, en muchos casos el seguro que tienen es deficiente, o caro, o disfuncional.
En segundo lugar, un sistema público y universal de guarderías que le permita a la inmensa mayoría de las mujeres que trabajan, recibir, ya sea el equivalente de un aumento de sueldo en la medida en que ya no tendrían que pagar algún otro tipo de apoyo a sus hijos mientras ellas realizan su jornada laboral, y además como un mecanismo de integración y de reducción de las desigualdades. Este es un tema que sobre todo Elizabeth Warren ha subrayado de manera recurrente.
En tercer lugar, la educación pública superior gratuita, que no es ya el caso en la gran mayoría de los estados de la unión americana. Existen en todos universidades públicas, en algunos –California, Michigan, Texas– de altísima calidad, pero en todas ellas hay colegiaturas y otros gastos que terminan orillando a los estudiantes a endeudarse por lo menos hasta los 40 años de edad.
Sigue el tema del salario mínimo en 15 dólares la hora en todo el país, que significaría, como lo ha sido en México, un gran paso adelante para nivelar la brecha salarial que se ha ensanchado enormemente a lo largo de los últimos 40 años en Estados Unidos. ¿Cómo se financiaría todo esto? Con otras propuestas, en particular, de nuevo, las de Elizabeth Warren. Se trata, por un lado, de un impuesto patrimonial, a partir de fortunas de más de 50 millones de dólares, y un aumento severo del Impuesto Sobre la Renta para quienes reciben ingresos superiores a un determinado monto que aún no se ha fijado con precisión.
Por último una de las propuestas más controvertidas y a la vez más interesantes, retomando el ensayo de Ta-Nehisi Coates, de 2014, The Case for Reparations, todos los candidatos, salvo Biden, quien se acerca cada día más, han aceptado, en principio por lo menos, la posibilidad del pago de reparaciones a los descendientes de esclavos de origen africano en Estados Unidos, como una manera de comenzar a expiar el pecado original de ese país que sigue vigente y generando daños enormes. Economistas como Paul Krugman han comentado en los meses recientes, que todo esto es viable, aunque los detalles deben desglosarse y fundamentarse.
Todo esto equivale a una especie de nueva socialdemocracia norteamericana que constituirá el programa de cualquier mancuerna demócrata para la presidencia y la vicepresidencia. Si el candidato presidencial es alguien como Warren, Booker o Sanders, se tratará de un programa aceptado con entusiasmo, si es Biden será seguramente a contrapelo, pero sin mayor alternativa. En cualquiera de los casos, gane o pierda el demócrata, creo que estamos asistiendo a un cambio de paradigma de enorme importancia en Estados Unidos.