La respuesta a botepronto es: porque sigue vigente. Si hubiere un acucioso lector que me cuestionara ¿por qué intitulas un artículo con el nombre de otra columna de tu autoría publicada en estas mismas páginas el 24 de mayo de 2015?, le respondería eso, que hoy más que nunca hablar de territorios abandonados es una forma de entender la realidad. Va pues la secuencia.
Desempolvé el concepto durante una cena entre amigos donde hablábamos de nuestro México. Dije que conocí a un Casanova contemporáneo, un hombre que alardeaba de su capacidad para seducir y conquistar mujeres. La clave, confesó en el momento culminante de la charla, son dos palabras: territorios abandonados. Y luego, como el mago que repite el truco en cámara lenta para que veas dónde esconde la carta desaparecida, me explicó que cuando conoce a una mujer que le interesa, hace un análisis para determinar cuál es el territorio abandonado. En algunas es la autoestima, en otras la seguridad, su deseo por la moda, su ambición profesional, etcétera, y posteriormente se ocupa de llenar ese espacio. Al margen de la utilidad amatoria o de las previsiones en defensa propia que cada quien estime convenientes, el concepto me pareció una afortunada revelación.
La naturaleza «aborrece» el vacío. Todo espacio vacío tiende a ser ocupado. Dada nuestra capacidad simbólica, una de las funciones de la mente es dar significado a las cosas, de ahí que permanentemente estamos produciendo contenido (la interpretación). Un examen entregado en blanco dista de estar vacío, dice mucho, lo mismo que un silencio tenaz ante una repetida pregunta.
En la batalla comercial por el mercado, las marcas intentan posicionarse (nótese el acento territorial del término) en la mente y el corazón del consumidor. Apple aprovechó el territorio abandonado de Microsoft respecto a la facilidad de hacer tareas significativas para la vida diaria (como videos, escuchar música, administrar una biblioteca fotográfica y más) y en ese territorio abandonado (relevante para ciertos perfiles de usuarios) fincó las bases de su éxito. En política no es muy distinto. Considerando que no existe la lealtad a la marca (al partido) sino al beneficio, cuando los partidos de siempre dejaron de tener el beneficio, dejaron de tener la supuesta lealtad de sus correligionarios (con honrosas excepciones). El beneficio se fue a Morena, cambió la «lealtad». Abandonar el territorio del beneficio es suicida.
En México hemos abandonado un enorme territorio: la cultura de legalidad, entre otras cosas por la lacerante impunidad que nos caracteriza como nación. El vacío dejado por la impunidad se llena con una cultura del delito (donde no hay límites y consecuencias, esencia del Estado de derecho), de la misma forma que se multiplica el deterioro de ventanas rotas en una propiedad abandonada (que paulatinamente será ocupada por invasores). La gran oportunidad que tiene el presidente López Obrador es no sólo combatir la corrupción, también revertir la impunidad para empezar a sembrar cultura de legalidad en México. Si la llamada 4T no logra victorias contra la impunidad, difícilmente avanzará contra la corrupción. Si las logra e incluso fuere su única victoria, habría valido la pena su existencia.
En mi texto del 2015 evoqué a Fernando del Paso cuando, al recibir el Premio José Emilio Pacheco, dijo: «Dime, José Emilio: ¿A qué horas, cuándo, permitimos que México se corrompiera hasta los huesos?». La pregunta sigue dolorosamente vigente y tiene una explicación (simplista pero contundente): cuando abandonamos, por vía de la impunidad, la cultura de la legalidad, el territorio de la ley. Cuando hicimos de la impunidad un lubricante del sistema cultural.
La impunidad (a diferencia de la corrupción) sí se combate de arriba para abajo, se enfrenta desde el poder (político y económico), donde habita. Más allá de ver enemigos en donde no los tiene, en vez de hablar de fifís y conservadores, exhorto a nuestro Presidente a ponerle nombre al enemigo de sus planes, al adversario del desarrollo económico y social de México: la impunidad, y mostrar, en los hechos, su decisión de combatirla. Mientras no llene ese espacio, habrá/habremos dejado, para el juicio de la historia, el territorio abandonado.
@eduardo_caccia