Ya es un lugar común citar la “Trampa de Tucídides” para analizar lo que está ocurriendo entre nuestro vecino, Estados Unidos, y China. El historiador griego dio cuenta sobre la Guerra del Peloponeso, donde se enfrentaron la que en ese momento era la potencia mediterránea, Atenas, y la potencia que venía emergiendo con fuerza en la misma región: Esparta. La idea subyacente es que no hay manera de evitar —por eso lo de la trampa— la guerra entre las potencias desafiada y desafiante.
En 2017, Graham Allison publicó el libro Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap? El politólogo estadunidense estudió 16 casos similares en los últimos 500 años. Doce, efectivamente, acabaron en una guerra.
EU y China, argumenta Allison, actualmente se encuentran en “curso de colisión hacia una guerra”. Hay muchos asuntos que podrían generar el conflicto bélico entre las dos superpotencias. Allison cree que la más peligrosa es la situación en la península coreana, donde EU apoya a Corea del Sur y China a una nuclearizada Corea del Norte. También están la disputa sobre la soberanía de Taiwán y el dominio naval sobre el mar de China del Sur.
Más de pasada, el politólogo menciona la pelea por la competencia y el dominio económico. Precisamente en este tema andamos.
Desde su campaña, Donald Trump, con el buen olfato político que lo caracteriza para encontrar temas con gran resonancia entre su base electoral, advirtió del peligro económico que representaba China para EU. Reclutó, como su asesor, a Peter Navarro, quien desde 2006 había publicado The Coming China Wars: Where They Will Be Fought, How They Can Be Won. El economista comprueba la emergencia de China como una potencia económica llevándose fuentes de trabajo debido a los bajos costos de producción. Navarro, sin embargo, argumenta que se trata de una competencia desleal, donde el gobierno permite terribles condiciones de trabajo, la piratería de marcas, el espionaje industrial y un total desdén al medio ambiente.
Al importar tantos bienes de China, EU ha incurrido en crecientes déficits comerciales, transfiriendo miles de millones de dólares a la nación asiática que ha tenido que pedir prestados en los mercados financieros, entre otros, a los propios chinos, quienes hoy poseen grandes cantidades de deuda estadunidense. El enriquecimiento súbito de la potencia emergente ha permitido, además, elevar el gasto para expandir su aparato militar.
En 2011, Navarro, junto con Greg Autry, publicó otro libro: Death by China: Confronting the Dragon. A Global Call to Action. Ahí acusa a los chinos de manipular su tipo de cambio para mantenerlo bajo, de no respetar la propiedad intelectual, contaminar el medio ambiente y permitir deplorables condiciones de trabajo de su fuerza laboral. Según los autores, así no puede competir EU con China.
Hoy, Navarro es asesor del presidente Trump y, junto con el representante comercial de la Casa Blanca, Robert Lighthizer, los que están operando la “guerra comercial” con China, que en días pasados escaló. Sin importar la membresía de ambas naciones en la Organización Mundial del Comercio, se han impuesto, bilateralmente, aranceles sobre una creciente cantidad de productos.
¿Estamos atestiguando el primer paso de lo que, inevitablemente, será una guerra de la potencia establecida en contra de la emergente? ¿Podrá evitarse la “Trampa de Tucídides”?
Graham Allison argumenta que esto sólo podría evitarse si ambas naciones están dispuestas a llevar a cabo “acciones difíciles y dolorosas”. Más difícil y doloroso resultaría, por supuesto, un conflicto bélico.
Todo lo cual nos lleva a México. ¿Hay alguien en el gobierno que esté pensando en qué debe hacer nuestro país en este contexto?
Sabido es que al presidente López Obrador le valen un pepino los asuntos internacionales. La geopolítica no le interesa. En el corto plazo se ha comprometido —y qué bueno— a cabildear en Estados Unidos la aprobación del nuevo tratado de libre comercio, el T-MEC. Sin embargo, no veo una postura estratégica de qué hacer en el creciente enfrentamiento entre EU y China.
Quiérase o no, a México se le percibe bajo la órbita estadunidense. Esto no significa, sin embargo, que ciegamente tengamos que apoyar al vecino del norte en su disputa con los chinos. Hay que hacerlo de manera digna e inteligente. No está fácil. Corresponde al gobierno de López Obrador diseñar dicha estrategia. Me preocupa que esta administración pueblerina, donde el mundo no importa, no lo esté haciendo.
Twitter: @leozuckermann