El sector de la construcción en una economía es muy importante por varias razones. Primero, porque tiene un peso importante, pero también porque, como pocas, arrastra a otros sectores.
Algunos ejemplos de esto son el de electrodomésticos, muebles, hipotecas e, incluso, los seguros y la seguridad. Por esa razón, es urgente que pongamos atención en un hecho: al cierre de febrero el sector construcción en México marcó cinco meses consecutivos de declive. Vale la pena hacer entonces algunos comentarios al respecto.
La definición técnica de una recesión para una economía adoptada a partir de la convención usada en los Estados Unidos y es la de dos trimestres consecutivos con tasas negativas. De acuerdo con esta definición, el sector de la construcción mexicano está prácticamente en una recesión, pues el dato de marzo difícilmente alcanzará a compensar los declives que vimos en enero y febrero.
Si el sector de construcción se encuentra en recesión, ¿significa eso que el resto de la economía seguirá la misma ruta? No necesariamente. La economía nacional es ampliamente diversificada y el resto de los sectores puede prosperar, independientemente de la suerte de este sector. Así ha sido, por ejemplo, el caso de la industria minera que lleva casi una década implosionando, mientras que los otros sectores han empujado al PIB del país.
Dicho lo anterior, en algunas regiones del país como las grandes zonas metropolitanas y turísticas, la construcción es una pieza central del engranaje económico, por lo cual a nivel regional la trayectoria del sector es muy relevante.
Si tomamos las tasas de crecimiento mensuales y las comparamos contra las del mismo mes del año anterior, el sector construcción ha presentado declives desde octubre del 2018. Como lo reseñábamos en una entrega anterior, la construcción cerró el año pasado con un paso muy débil, y nuestro modelo pronosticaba un desempeño flaco al inicio del 2019, como ha ocurrido. El dato de febrero, por ejemplo, mostró una caída de 3.1 por ciento, más pronunciada que el 1.8 por ciento de enero.
Dentro de los datos, sin embargo, hay un par de elementos favorables. El más importante es que el mayor subsector dentro de la construcción, el de edificación, subió un modesto 0.8 por ciento. Cierto, el aumento es pequeño, pero interrumpe cinco meses consecutivos de caídas en este sector el cual es muy sensible a dos variables clave: las expectativas económicas y la tasa de interés. De esta manera, si está dando muestras de animarse, quizá la recesión de la construcción no será demasiado larga.
Existe una salvedad al optimismo anterior: la base de comparación fue relativamente baja, pues en febrero del 2018 la edificación apenas creció 2.5 por ciento. Ahora bien, las comparaciones serán más desfavorables en marzo-abril, contra unas sólidas tasas de 4.1 y 6.9 por ciento.
El otro dato alentador es que el aletargado sector de petróleo y petroquímica ha hilado ya dos meses consecutivos con crecimientos por encima de 20 por ciento, creciendo 23.8 por ciento en febrero y 22.8 por ciento en enero, lo que ayudó a compensar el desalentador 11.7 por ciento del sector transporte en febrero.
Creemos que, en los siguientes dos o tres meses, justamente el subsector transporte, que fue el más desfavorable de los subsectores en febrero, comenzará a traer buenas noticias, creciendo en tasas cercanas a 10 por ciento debido a dos factores: una es técnica, y se debe a la baja base de comparación. Pero también, y lo más importante, por la reactivación del gasto público en infraestructura de transporte y comunicaciones que se ha iniciado ya en esta administración federal.
Pero el reto para el sector construcción seguirá siendo el desempeño de la edificación, la cual representa casi la mitad su producto. La edificación, a diferencia de la obra pública, es muy sensible a la tasa de interés y a las expectativas de crecimiento. Si las tasas de interés siguen en niveles similares al actual, quizá veremos una senda apretada y plana para este subsector y el empuje de la obra pública quizá no sea suficiente para compensarla.