Hace muy bien el presidente López Obrador en no engancharse con el presidente Trump. Lo mejor es no pelarlo. No hay nada que ganar en un estéril enfrentamiento con un bully como Trump. Mucho menos ahora que está tan fortalecido después de la exoneración del fiscal especial, Robert Mueller. Pero eso es muy diferente a no mantener canales de comunicación abiertos con la administración estadunidense y cumplir con los acuerdos que se realicen con el gobierno de nuestro vecino del norte. Cuidado con eso.
Es muy claro que el gobierno de Trump está preocupado por lo que está sucediendo en la relación bilateral. Venimos de un delicado equilibro que funcionaba para ambas naciones. Por una parte, había una excelente interlocución entre dos personajes muy cercanos de los presidentes. Me refiero a la relación no sólo profesional, sino hasta amistosa, entre el entonces canciller mexicano, Luis Videgaray, y el asesor de la Casa Blanca y yerno de Trump, Jared Kushner. El diálogo fluía.
Por otra parte, con todo y la debilidad política del presidente Peña, cuando México se comprometía en algo con Estados Unidos, cumplía, y rápido. Había una gran capacidad de ejecución de los acuerdos que se tomaban en todos los temas: comercio, migración, seguridad, etcétera.
Ahora la situación es muy distinta.
El gobierno de López Obrador no ha logrado establecer un canal de interlocución directa con la Casa Blanca. No hay el mismo acceso que se tenía con Videgaray. Ni el canciller Marcelo Ebrard ni la embajadora Martha Bárcena ni otro funcionario del gabinete presidencial ha concretado un vínculo al más alto nivel de la administración Trump. En este sentido, se ha perdido capacidad de diálogo.
Además, en Washington existe la percepción de que México no está cumpliendo con los compromisos adquiridos.
Dos temas les preocupan en particular. Primero, que el Congreso mexicano no ha aprobado la reforma laboral que es condición para sacar adelante el nuevo Tratado México, Estados Unidos y Canadá de libre comercio (T-MEC).
Supuestamente, dicha reforma tenía que haber sido aprobada el primero de enero de este año. Ya estamos en abril y todavía no hay humo blanco en el Poder Legislativo mexicano, a pesar que el partido del Presidente tiene una cómoda mayoría en ambas cámaras.
Pero el tema que más tiene exasperados a los estadunidenses es el de la migración. El gobierno de ese país quiere que las autoridades mexicanas detengan en nuestro territorio a los inmigrantes centroamericanos que van rumbo a ese país a solicitar asilo, sobre todo a los que están viajando en esta nueva modalidad de las caravanas.
Al parecer, los estadunidenses pensaban que a eso se había comprometido la nueva administración de AMLO. Pero la realidad es que los migrantes centroamericanos siguen llegando a la frontera donde se ha generado una crisis humanitaria, tanto en México como en Estados Unidos. Los refugios están a su máxima capacidad. El gobierno de Trump está culpando a México por dicha situación. Una de dos: o el gobierno mexicano efectivamente no está cumpliendo o Trump está mintiendo.
Lo cierto es que la relación bilateral, una vez más, se está tensando. Eso a lo mejor le conviene electoralmente a Trump rumbo a su reelección en 2020, pero para AMLO se va a convertir en un dolor de muelas, por no decir otra parte más dolorosa del cuerpo humano.
Más allá de no responderle a Trump todas sus provocaciones, AMLO debe darle prioridad a calmar las aguas en la relación bilateral. Por un lado, tiene que procurar un canal de interlocución al más alto nivel con la Casa Blanca. Alguien que, como Videgaray, dialogue cotidianamente con Kushner, quien formalmente es el encargado de llevar la relación con México. No se trata de hacerse amigo del yerno del Presidente, pero sí de parlamentar sobre todos los temas que preocupan en ambos lados de la frontera. El candidato natural a esta labor es Marcelo Ebrard.
Por otro lado, el gobierno de AMLO tiene que cumplir con los compromisos formales e informales que adquiera con la administración estadunidense. Yo no sé si pactaron algo en el tema migratorio, pero si fue así, no pueden darse el lujo de no hacerlo porque, a la vuelta de la esquina, Trump se los cobrará muy caro. Con algo tan preciado para México como el T-MEC.
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