Los vinos de Casa Madero nacieron en un sueño y se hicieron realidad con el trabajo constante, son vinos que capturan la historia de una bodega, de un país, y de las cientos de personas que se esforzaron por transformar un pequeño oasis natural en un paraíso enorme. Junto al clima y variedades de uvas, son la mezcla perfecta que nos conquista con sus sabores y sus aromas.
A tan sólo ocho kilómetros del pueblo mágico de Parras, en Coahuila, existe un oasis lleno de vida, rebosante de verdor y de historia. En este lugar abrasado por temperaturas de hasta 30° durante el día, reposan los viñedos más antiguos de América, orgullosos representantes de la calidad obtenida con dedicación y pasión.
Los viñedos de Casa Madero poseen una vasta historia y belleza hechizante. Las verdes hileras de las vides llenan de color a las enormes hectáreas, que se pierden en el horizonte con una árida cadena montañosa, que a lo largo del día cambia sus colores entre grisáceos, ocre y un suave anaranjado.
Con siglos de historia que iniciaron en 1568 con el cultivo de las vides, la primera vez que se probó un vino mexicano fue en 1594 elaborado con el conocimiento y dedicación de los jesuitas. Fue así que se estableció la Hacienda San Lorenzo, en honor a su fundador Don Lorenzo García, o mejor conocida actualmente como Casa Madero. Entre sabores que inundan el paladar de sensaciones y recuerdos, los vinos de Casa Madero exaltan su sabor adquirido por las uvas con el romanticismo nostálgico que envuelve el casco de la hacienda.
Las variedades Shiraz, Cavernet Sauvignon, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Merlot y Malbec que se cultivan en los viñedos, han adquirido el sabor profundo e inigualable que brinda el paso del tiempo. Sus cualidades los han colocado entre los mejores del mundo, como el Chenin Blanc 2012, elaborado con uvas que fueron cosechadas de madrugada para que sus aromas se conservaran bajo el frío de la noche.
Caminar por los corredores del casco es adentrarse en un mundo diferente, donde los muros se impregnan con las voces de los fantasmas del pasado, y el aroma a historia inunda los rincones. Hospedarse en la hacienda es una experiencia en la que los techos de viga son un recuerdo innegable de que el trabajo bien hecho no sólo perdura en el tiempo, sino que lo transforma.
Este paraíso norteño es uno de los muchos motivos de orgullo que existen en el país, es un conjunto de maravillas que unidas bajo el nombre de Casa Madero se viven como una obra de arte donde la naturaleza puso el lienzo y la bodega, las pinceladas.
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