El pueblo «sabio», harto y frustrado por la corrupción e ineficiencia de una de las peores generaciones de políticos de las que se tenga memoria, castigó en las urnas a la pandilla gobernante sin percatarse, en su justificada furia, que se disparaba un tiro en el paladar. En su ira no tomó en cuenta que AMLO no había pagado impuestos ni se sabía el origen de sus recursos para financiar millonarias campañas electorales por más de una década, ni la rancia sabiduría alcanzó a entender los inconvenientes de volver a convertir a México en «El país de un solo Hombre», ya que el electorado furioso puso también en sus manos el Poder Legislativo y buena parte de los congresos locales para que la nación se volviera a regir por los estados de ánimo del Jefe del Ejecutivo, sin intentar la construcción de un Estado de Derecho.
El pueblo «sabio» debe saber que el presidente utiliza el presupuesto público para comprar votos y garantizar su estancia y la de su movimiento en el poder por muchos años, tal y como lo hizo en el DF. No puede ignorar inversiones suicidas como el tren maya y la refinería, ni debe eludir la cancelación de los subsidios federales a las estancias infantiles y a los comederos comunitarios. Imposible desentenderse de la derogación de la reforma educativa en un país de reprobados y resignarse ante el incremento de las retenciones fiscales a los ahorradores que viven de sus intereses. ¿Cómo soslayar la reducción de los fondos de ahorro de millones de trabajadores a raíz de la fracasada inversión en el NAIM, o esquivar la pérdida de 400 mil empleos en diciembre pasado? Sí, lo que sea, pero la popularidad de AMLO se disparó a pesar de que no creceremos al 4%, y si bien nos va, tal vez alcancemos un 1%… López Obrador nunca entendió que, entre otros objetivos, gobernar es crear empleos y que ni toda riqueza es mal habida ni el dinero es el excremento del diablo.
AMLO canceló el Consejo de Promoción Turística que le reportó a México 192 mil millones de dólares en el sexenio anterior; enterró 13 mil millones en el NAIM, 45,000 trabajadores perdieron su empleo y canceló las posibilidades de un crecimiento económico adicional del 1.5% derivado de la operación de dicho aeropuerto. Pagó más de 5 mil millones de dólares a los tenedores de bonos de un aeropuerto que no se va a construir en un país en el que el 42% de las escuelas primarias públicas carecen de servicios sanitarios; difirió las rondas petroleras y con ello la futura captación de 200 mil millones de dólares, así como despreció una inversión de 10 mil millones de dólares en La Ventosa para generar energía eléctrica con el poder del viento, en lugar del combustóleo como se utilizaba en el pleistoceno, en claro perjuicio de los consumidores a los que dice proteger.
La prensa financiera internacional anunció una fuga de capitales de 20 mil millones de dólares, el desplome de 17,000 mil millones de dólares de los precios de las acciones emitidas por empresas mexicanas en Wall Street y la caída de la cotización de las Afores por 136,000 mil millones de pesos, más los 80 mil millones de pesos adicionales de intereses a cargo de PEMEX por el mal manejo de su deuda y, otra vez, sin embargo, pocos protestan en este país de mudos o acobardados. Tal vez México sí se merece a un AMLO…
El presidente prometió no endeudar más al país, no subir los precios de la gasolina y ahorrar 500 mil millones al erradicar la corrupción. Nos endeudó en más de 600 mil millones de pesos, se disparó la gasolina y de los ahorros ni hablemos, y sin embargo, su imagen mítica resulta intocable.
Si a pesar de lo anterior, la popularidad de AMLO rebasa los pronósticos más optimistas, entonces o están mal las encuestas, o la nación está mal informada o no somos un pueblo «sabio», sino idiota o tonto, por recurrir a algún eufemismo exquisito obsequiado al amable lector…
El autor es novelista.