Se ha vuelto casi un mantra el invocar mañana, tarde y noche las altísimas cifras de aprobación de López Obrador. Sus partidarios exaltan los 80%-90% que descubren en diversas encuestas; sus adversarios lamentan las mismas cifras, pero todos parecen coincidir en los números, y en lo insólito de la calificación de AMLO en sus primeros meses.
No pongo en duda la calidad de las encuestas traídas y llevadas por unos y otros, pero comento otra. Consulta Mitofsky, de Roy Campos, acaba de divulgar su pesquisa de los tres primeros meses de gobierno de López Obrador, en una encuesta levantada en vivienda entre 1,000 mexicanos en edad de votar. El trabajo de Campos encierra la ventaja (como las encuestas de GEA) de contar con una serie histórica, que en este caso se remonta al sexenio de Salinas, aunque no le otorgo gran valor a estudios realizados en aquel clima autoritario.
Extraigo varias conclusiones de la encuesta de Consulta Mitofsky. En primer lugar, coloca a AMLO en un 67% de aprobación a finales de febrero, tres puntos más que un mes antes. Es un muy buen nivel, pero nada que ver con lo que presumen sus adeptos. Se ubica tres puntos abajo de Fox en el mismo momento, pero hace 18 años –se hallaba en 70% de aprobación, de acuerdo con la misma empresa–, algunos puntos arriba de Calderón y Peña Nieto al cumplir tres meses de gestión.
Donde los defensores de la 4T pueden encontrar consuelo es en una tendencia contraria al pasado en el caso de AMLO. A diferencia de Fox, Calderón y Peña Nieto, López Obrador sube un poco, mientras que sus predecesores descendieron, en montos más significativos. Asimismo, pueden congratularse del hecho de que la medida gubernamental más aplaudida ha sido la eliminación de las pensiones de los expresidentes: una acción que no costó absolutamente nada y que tampoco significa nada en el mundo real, aunque sí en el imaginario colectivo de un país enojado. Incluso pueden festejar la aprobación, por 55% de los mexicanos, de una medida –la reducción del IVA y del ISR en la frontera norte– que no tuvo lugar.
Pero lo más positivo para el gobierno, a corto plazo, se encuentra en las preguntas sobre la percepción de la gente sobre varios temas. Llama mucho la atención cómo el apoyo a AMLO logra transformar el sentimiento de los mexicanos en contra de hechos objetivos. El 46% de los mexicanos considera que la situación económica del país se encuentra mejor que antes; sólo 51% piensa que está peor. Hace un año, las cifras eran de 78% peor, versus 18% mejor. Es una evolución fantástica, sobre todo cuando sabemos, a ciencia cierta, que la situación económica del país ha empeorado los últimos cinco meses, empezando en octubre, ya que el cuarto trimestre de 2018 tuvimos un crecimiento del PIB raquítico. La gente piensa que sí, porque AMLO lo dice, y la gente le cree.
Sucede algo parecido con la percepción sobre la seguridad del país. Sabemos que la violencia en México creció en diciembre y enero, frente a cualquier comparación que se escoja. Enero fue el mes más sangriento en la historia moderna de México, medido en homicidios dolosos. No se le pueden cobrar esos muertos a López Obrador (aunque llegará el día en que ya sean suyos), pero es obvio que la inseguridad ha aumentado. No obstante, el porcentaje de personas que considera que la seguridad “está peor que antes” disminuyó de manera dramática (cayó 20 puntos), mientras que la opinión contraria aumentó en esos mismos 20 puntos. De nuevo, la gente quiere creer, con independencia de los hechos que vive todos los días. La luna de miel de todos los presidentes de México perdura, en el caso de AMLO.
Ahora bien, el Presidente tiene buenas razones para preocuparse y estar de mal humor. Fox perdió casi la cuarta parte de su popularidad durante su primer año de gobierno, en buena medida debido a un crecimiento económico nulo. A López Obrador le puede suceder lo mismo, sobre todo si observamos la sucesión de malas noticias en materia económica, y el agravamiento de la inseguridad durante los próximos meses.