En la principal avenida de Tijuana, Revolución, los restaurantes, bares, tiendas y los famosos burros-cebra trabajan como cualquier día. Pero no muy lejos de allí, comienzan a verse las señales de los miles de hondureños que llegaron recientemente, buscando cruzar a Estados Unidos: conforme la calle llega a su cruce con la canalización del Río Tijuana y se acerca a la garita El Chaparral, aparecen hombres de mediana edad y piel quemada por el sol, con voluminosas mochilas al hombro o morrales cruzados sobre el pecho. Algunos venden dulces, otros limpian autos y parabrisas con trapos en la fila de carros que esperan cruzar a San Diego, y otros más tienen la mirada perdida en la línea de vehículos desde las cercanías a la avenida.
Los asentamientos de migrantes que no lograron cruzar están en las playas de Tijuana, pero también cerca de la garita, donde en un camellón se observan una treintena de casas de campaña con pancartas en las que piden no ser llamados ladrones. Mientras, la ciudad asiste a la situación a medio camino entre la solidaridad y el hartazgo. Varios empresarios afirman que la llegada de los hondureños afectó la economía local, pero otros dicen que no es nada que no haya pasado antes, y destacan que Tijuana es tierra de migrantes.
Poco a poco, la ciudad está logrando posicionarse como destino turístico, dice Héctor Kabande, presidente de la firma hotelera Grupo Lucerna, pues tiene «ubicación, ubicación y ubicación». “Tijuana tiene todo para ser una ciudad global, no puede quedarse con esa imagen del narco, de los pistoleros, de los migrantes, Tijuana es mucho más grande que todo eso”, afirma.
Sin embargo, añade, la llegada de los migrantes a finales de 2018 redujo la ocupación hotelera, y este año también comenzó débil. “Pero estos temas son parte de la vida de hoy, es parte de lo disruptivo que se tiene que hacer para vivir”, dice el empresario.
Hasta hace algunas semanas, había miles de personas en la ciudad, pero el número se ha reducido drásticamente ante el rechazo de Estados Unidos para dejar entrar a todos los que cruzaron México a pie. Algunos lograron llegar a su destino, otros emprendieron el camino de regreso a casa, y otros se quedaron en Tijuana.
Los empresarios dan la bienvenida a los que llegan con ganas de trabajar, dice Pedro Velarde, chef tapatío y empresario restaurantero en la ciudad. “No hay nada más tijuanense que no ser de Tijuana”, comenta. “Me hubiera gustado que en la frontera les dieran papeles a todos para poder contratarlos, porque tenemos como 40,000 vacantes en la ciudad. Cuando nos dijeron que venían 6,000 hondureños, dijimos ‘bienvenidos a trabajar’, pero nos encontramos con que no tienen papeles ni carta de no antecedentes penales, y eso nos preocupa”.
Impulso al turismo
Ciudades de Baja California como Tijuana y Mexicali se encuentran entre las que más crecen para vacacionar o viajar por negocios en el país. El auge gastronómico en ambos lugares, y especialmente la apuesta por el turismo médico y de negocios, han impulsado al estado en materia turística en los últimos años, explica José Francisco Patiño, director de Planeación y Fomento a la Inversión de Baja California.
Esto ha ido de la mano de las inversiones hoteleras. En el estado no se habían construido hoteles desde 2014, y ahora ya hay 28 hoteles de cadenas internacionales con inversiones por 280 millones de dólares, de los cuales 11 se encuentran en construcción.
El tema migratorio no asusta a los inversionistas, aclara Patiño. “Acabamos de pasar el tema de los inmigrantes, y aunque hemos recibido a grupos de inversionistas que sí traen alguna duda en cuanto a si deben seguir o no, las inversiones siguen y Tijuana está bien posicionada ahorita”, concluye.