Ayer argumentaba que AMLO no había convencido, todavía, a los capitalistas, nacionales o extranjeros, de invertir más dinero en México. Por tanto, su promesa de crecimiento económico de 4% anual parece, hoy, muy lejana. La economía, en este sentido, se está convirtiendo en el talón de Aquiles de un Presidente muy fuerte. Hoy, de hecho, ya podemos afirmar que la economía mexicana se está desacelerando.
Veamos la evidencia. El 30 de enero, el Inegi publicó su estimación oportuna del Producto Interno Bruto (PIB) de 2018. Resulta que el último trimestre del año pasado (octubre-diciembre), la economía sólo creció en términos reales un 0.3%, con respecto al trimestre inmediato anterior. En 2018, el PIB habría crecido un 2%: es el límite inferior del rango de la mayoría de los pronósticos que apuntaban hacia un incremento del PIB de entre 2 y 2.5% en 2018.
En los resultados de la balanza comercial de diciembre de 2018, también aparecieron señales de la desaceleración económica. Las importaciones en diciembre 2018 cayeron 0.8%, con respecto a diciembre de 2017, la primera contracción de este indicador desde abril de 2017. De acuerdo con Juan Carlos Alderete, economista de Banorte, “la desaceleración de las importaciones de bienes intermedios no petroleros, los cuales son utilizados principalmente como insumos en la manufactura mexicana, apuntan a cierta debilidad en el sector”.
El 28 de enero, el nuevo subgobernador del Banco de México, Jonathan Heath, escribió en su Twitter: “Conocemos todavía poco de diciembre, pero dos indicadores clave (la tasa de desempleo y las importaciones) sugieren una importante desaceleración en la actividad económica”.
A la creciente evidencia de una desaceleración en el último trimestre de 2018, hay que agregar, ahora, tres factores que podrían agudizar la caída.
1. El desabasto de combustibles por la guerra en contra del huachicoleo que afectó al Bajío, una de las regiones más productivas del país.
2. Las huelgas en Tamaulipas.
3. Las pérdidas económicas debido a los bloqueos de las vías férreas por parte de la CNTE en Michoacán.
No es gratuito, en este sentido, que todos los economistas estén revisando sus pronósticos del crecimiento del PIB mexicano a la baja para 2019. Ya en la medición de enero de la encuesta mensual que realiza el Banco de México a especialistas económicos del sector privado, los analistas le dieron una mayor probabilidad a que el PIB crezca este año en un intervalo de 1.5 a 1.9%. Hay quienes, sin embargo, ya le están otorgando una probabilidad de un crecimiento menor al 1.5%, incluso de menos del 1%. Citibanamex, por ejemplo, informó el 6 de febrero de “una perspectiva más pesimista para la actividad económica. Consideramos ahora que el PIB crecerá este año a una tasa de 1.4%, en contraste con la de 1.7% prevista previamente. Ésta es la tasa de crecimiento de cierre de año más baja desde el 2009”.
Esos son los números: nada halagüeños. La realidad es que el panorama económico se está complicando durante el primer año del sexenio.
El gran apoyo que tiene López Obrador en la opinión pública puede ir disminuyendo en la medida en que la gente no vea una mejoría en su economía o incluso una caída. Ahora bien, el Presidente tampoco requiere del amplísimo apoyo que hoy tiene en las encuestas. Él y su partido van de gane si más de la mitad de los mexicanos los apoyan. Y ahí entran, me parece, los nuevos programas sociales del gobierno (pensión generalizada a adultos mayores, becas a jóvenes, préstamos a la palabra, etcétera). Millones de mexicanos van a recibir, a partir de este año, dinero en efectivo del gobierno federal. Naturalmente, estarán agradecidos, cosa que tratará de aprovechar electoralmente Morena. Ni modo: así es la política. Estamos, en este sentido, frente a un proceso de formación de nuevas clientelas políticas.
El problema es que, si la economía crece menos, el gobierno recaudará menos impuestos y, por tanto, habrá menos recursos que repartir para echar a andar y mantener aceitada la nueva maquinaria clientelar. Entonces, inevitablemente, vendrá la tentación de subir los impuestos o la deuda con el fin de tener contenta a la clientela. Si AMLO hace lo uno o lo otro, corre el riesgo de profundizar la desaceleración económica que podría terminar en recesión. La dura realidad es que, para sostener su proyecto político a flote, López Obrador requiere de una economía fuerte que crezca más. Todo indica que no la va a tener ni en 2019 ni en 2020. Y, por eso, la situación económica es el punto débil del Presidente tan fuerte que tenemos.
Twitter: @leozuckermann