Si se escribe huachicol en el buscador de Google, salen millones de referencias. Si se escribe «Petróleos Mexicanos Logística» o «Pemex Logística» salen poquísimas (ni la milésima parte), aunque es la empresa que sufre el robo de gasolina.
Pemex Logística es la paraestatal encargada del transporte y almacenamiento de hidrocarburos, petrolíferos y petroquímicos por medios marítimos y terrestres, sobre todo ductos. Cuenta con 32,000 kilómetros de ductos, 1,485 pipas, 520 carros de ferrocarril, 74 terminales de almacenamiento, 58 estaciones de bombeo y compresión, 17 buques tanque, 16 terminales marítimas y 10 terminales de gas licuado. Incluye una Coordinación de Medición del Área de Sistemas de Medición.
La gasolina se roba en las refinerías y en los ductos, desde hace muchos años. Se ha dicho que el sindicato petrolero (que controla las pipas) robaba en la refinería de Azcapotzalco con pipas de doble fondo. También ahí se usaron túneles para robar. En los ductos, hay tres tipos de ladrones: la delincuencia organizada que los perfora y bombea el combustible a sus pipas, sus cómplices en Logística y los vecinos del lugar de la fuga que la aprovechan para llenar cubetas y garrafones.
Los ductos tienen sensores que avisan cuando hay fugas (baja la presión). También válvulas, a todo lo largo, para abrir y cerrar el flujo. El tramo donde se produce la fuga (accidental o provocada) puede ser aislado, cerrando las válvulas de antes y después, automáticamente o a control remoto. En el tramo aislado quedan unos 10,000 barriles.
El ejército cuida los ductos con guardias de 25 soldados cada 20 kilómetros. Si encuentran una fuga, avisan y establecen un cerco para que nadie se acerque mientras se repara. La situación puede observarse con drones.
Pemex Logística sabe perfectamente dónde, cuándo, cómo y cuánto le roban. Hasta lleva estadísticas de las tomas clandestinas. Pero no da la cara. Razón de más para que la prensa la investigue y la Cámara de Diputados la cite a comparecer. Las declaraciones patrimoniales de sus altos funcionarios (actuales y anteriores) deben ser investigadas. Y hay que dar incentivos a los funcionarios menores (especialmente en la Coordinación de Medición) para que actúen como testigos protegidos.
Cerrar los ductos permanentemente para impedir el robo sería absurdo. La inversión multimillonaria ya está hecha. Sustituirla por pipas multiplicaría por diez o quince el costo de mover la gasolina. Y las pipas no están exentas de robos, fugas ni explosiones. Baste recordar los rótulos de aviso que llevan para que otros vehículos no se acerquen demasiado.
Cerrar los ductos temporalmente genera desabastos costosísimos que no sirven para nada, porque 10,000 barriles son todavía un buen botín; porque el cierre inhabilita los sensores y facilita que los chupaductos hagan más perforaciones; y, finalmente, porque al reabrir se vuelve a lo mismo. Cerrarlos después de Navidad (cuando las reservas bajan mucho) empeora el desabasto.
Construir más refinerías no tiene sentido, porque la producción de petróleo ha bajado tanto desde 2004 que en 2018 se importó. Porque importar más crudo para producir gasolina sería un pésimo negocio, ya que la gasolina añade poco valor frente al costo de producirla. México no produce más que la quinta parte de la gasolina que consume, porque es más económico importarla que importar petróleo.
Para acabar con la venta de huachicol en gasolineras clandestinas, hay que localizarlas. La Organización Nacional de Expendedores de Petróleo y todas las gasolineras legítimas tienen interés en denunciarlas para que desaparezca la competencia desleal (vender barato combustible robado). Hace falta un teléfono 01 800 del SAT o del INEGI (que tienen censadas las gasolinera) donde cualquier persona pueda informar anónimamente de gasolineras sospechosas. Según Onexpo, por cada gasolinera legítima hay cuatro de huachicol. Los grandes consumidores públicos (empezando por la Comisión Federal de Electricidad) y privados (por ejemplo, las grandes empresas camioneras) ameritan otro tipo de investigación.
En la Wikipedia, hay una página sobre la tragedia reciente (Explosión en Tlahuelilpan) con versiones en otros ocho idiomas. La tragedia se ha vuelto un escándalo internacional en la prensa, las redes sociales y la web, con toda razón. También sería un escándalo que no hubiera consecuencias en Logística y en la fallida intervención del ejército para disuadir a los vecinos ladrones (pudo espantarlos con helicópteros).