A poco más de 60 días del inicio del nuevo gobierno, contamos ya con algunos datos que nos permiten vislumbrar un año recesivo en México. Tenemos una tasa interbancaria de referencia que se ubica en un altísimo 8.25% de interés anual, lo cual restringe el gasto y encarece los créditos que toman personas físicas y morales que mueven la economía. Esto a su vez causa un desincentivo a la inversión y una baja en el consumo que implica menor crecimiento de la economía. Adicionalmente, elementos como la eliminación de la compensación universal restarán liquidez a las empresas abonando a la política económica restrictiva. Como tiro de gracia, las finanzas públicas de nuestro país son cuestionadas por los mercados internacionales, donde vivimos rebajas de calificación en bancos y paraestatales por un mayor “riesgo país”.
Más allá de asignar culpas, el hecho innegable es que nuestra economía se encuentra en un estado de crisis. Si bien el escenario político se ajusta paulatinamente, el empresario no puede esperar y tiene que actuar de inmediato. Aquí algunas recomendaciones:
- Saber decir que no: En tiempos de crisis, resulta común que el entorno nos exija hacer “excepciones” y tolerar “condiciones especiales”. Así, se pide a los empresarios comprometer más inventario, esperar más tiempo sin cobrar, reducir más el margen de utilidad, y arriesgar mayor capital. Si bien el deseo de sortear la crisis nos incita a ceder, hay que tener mucho cuidado con ello. El empresario que se mantiene firme con sus políticas y procedimientos, podrá parecer “insensible” en un inicio, pero dicha actitud lo lleva a minimizar riesgos, tener mayor liquidez, y por tanto aguantar un escenario de consolidación donde otros desaparecen.
- Concentrar y ajustar: Aunque pudiera resultar contra intuitivo a lo que nos enseñan en la escuela, hay ocasiones en que simplemente resulta muy arriesgado explorar mercados diferentes o diversificar en proyectos novedosos. Las crisis generan muchos espacios de inversión ante la falta de liquidez. No obstante, no toda nueva oportunidad de negocio resulta positiva. Apostarle a clientes de moralidad conocida y capacidad de compra controlada suele ser más seguro. Es mejor decrecer y ganar dinero que crecer en números rojos.
- Precio alto, operación flexible: Una crisis provoca movimientos bruscos en el mercado. Esta situación suele tambalear a las grandes empresas que tienen una gruesa y burocrática infraestructura, permitiendo a las PYMES ganar market share al tener organizaciones más versátiles y menos costosas. La flexibilidad en una crisis es fundamental para decidir rápido y ganar espacios. No obstante, es fundamental que este crecimiento acelerado se cobre adecuadamente para sostenerlo. Muchas empresas pierden dinero en crecimientos acelerados.
- Prioridad a quien te da dinero y talento: En una crisis una empresa puede ajustar personal, reducir gastos y limitar presupuestos. No obstante, no se debe de caer en el error de eliminar personal clave o dañar el historial crediticio. Tener un mal buró de crédito puede ser un tiro de gracia para una empresa en un entorno de escasa liquidez; pues sin dinero se pierde competitividad y se cae en el aislamiento comercial en un ambiente de mayores plazos de cobranza y necesidad de anticipos a proveedores. De igual manera, dejar ir a la gente clave puede significar quedar cojo de un pie que jamás vuelve a crecer. Más vale sacrificar utilidad que destruir la esencia de una organización exitosa.
Así las cosas. Es importante asumir la crisis y actuar rápido. Hay que tener inteligencia emocional, agilidad en toma de decisiones, mantener una reputación impecable y retener a la gente clave. Hay que hacer cosas ordinarias extraordinariamente bien; ¡ánimo!