La noticia más impactante durante las vacaciones fue la muerte de la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso, y su esposo, Rafael Moreno Valle, senador, exgobernador de la misma entidad y uno de los líderes más conspicuos del principal partido opositor, el PAN
Fallecieron, junto con tres personas más, al desplomarse el helicóptero en el que viajaban. La aeronave, de la marca italiana Agusta con motores canadienses Pratt & Whitney, era relativamente nueva, se encontraba en “buenas condiciones” y tenía en orden su licencia. Los dos pilotos eran experimentados y tenían sus documentos en regla.
Según peritos de la Marina, no se “encontraron restos de explosivos, ni de ningún material distinto al combustible del aparato siniestrado”. De acuerdo con Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, aparentemente se trató de una “falla mecánica”. No obstante, el subsecretario de Transportes, Carlos Morán, advirtió que no se podía “descartar ninguna causa”. Solicitó no especular y esperar las investigaciones que están realizando las fiscalías poblana y federal asistidas por los ingenieros de Augusta y Pratt & Whitney y expertos del gobierno canadiense.
Habrá que esperar los resultados de dicha investigación. Mientras tanto, y como suele suceder en estos penosos acontecimientos, el vacío de la información lo llenaron las especulaciones. No voy a hacer eco de éstas. Lo que me interesa es opinar sobre la alarmante polarización en torno a este acontecimiento.
Lo que vimos fue el triste espectáculo de un país dividido. La magnificación de las mentadas de madre entre seguidores y opositores de López Obrador. El Presidente no asistió a los funerales de la gobernadora y el senador. Envió a la secretaria de Gobernación. Cuando Olga Sánchez Cordero pasó a hacer su guardia de honor, varios le silbaron y le gritaron “fuera” y “asesinos”. El conductor tuvo que solicitar silencio.
Las redes sociales, con todo y que eran vacaciones, tuvieron un día de fiesta. La polarización se magnificó. Sin ningún recato, los polos se lanzaron todo tipo de inmundicias. Las víctimas pasaron a un segundo plano.
En realidad, la polarización en Puebla ya tenía larga cola. Alonso había tomado posesión como gobernadora después de un proceso muy competido donde la panista y su adversario de Morena, Miguel Barbosa, se dijeron de todo. Al final, un voto en el Tribunal Electoral del Poder Judicial definió la elección. Al enterarse, López Obrador, ya siendo Presidente, calificó la decisión del Tribunal como “equivocada” y “antidemocrática”. Prometió no visitar Puebla un buen tiempo.
Después de la muerte de Alonso y Moreno Valle, AMLO envió sus condolencias por Twitter. Pero las “benditas redes sociales” lo tundieron y a su secretaria de Gobernación la agraviaron en el funeral. Ante esto, el Presidente, en lugar de comportarse como jefe de Estado y buscar una conciliación, hizo lo que mejor sabe hacer: polarizar.
“Ayer había un ambiente ex profeso que crearon los conservadores de siempre, no todos, pero una minoría, que actúa de manera muy mezquina. Sí hay un grupo muy mezquino que en redes sociales empezó́, ayer, a hablar de la responsabilidad del gobierno que represento. Para no hacerles el juego a estos provocadores mezquinos, decidí actuar de manera prudente, no caer en ninguna provocación”. Luego insistió que sus adversarios “conservadores” son, aparte de “mezquinos”, “hipócritas y corruptos”. Calificó a los críticos de su administración como “neofascistas” porque siembran el odio.
Fue como aventarle carne fresca a los leones. La polarización se magnificó. Vino otra ola más de estiércol en las redes sociales. Al día siguiente, a manera de “disculpa”, AMLO dijo que a lo mejor no debió haber dicho lo de “mezquinos”, pero sí que eran “tiempos de canallas”.
Días después, en este ambiente crispado y polarizado, la gente comenzó a gritar “muera el PRI” en un acto en Torreón donde estaba el Presidente. AMLO los interrumpió: “No me gusta, fíjense que yo fui opositor durante muchos años, pero muchos años, y nunca usé el muera el PRI o muera el PAN, nunca, no me gusta eso. Vamos a enfrentarnos en buena lid, no vernos como enemigos, si acaso somos adversarios, pero no enemigos, no hay que tener enemigos, hay que vernos como amigos y buscar la reconciliación en todo”.
Too little, too late, dirían los anglosajones. La realidad es que tenemos un Presidente que, hasta en las tragedias, cuando debería comportarse como factor de unidad nacional, polariza más. A lo mejor le funciona para mantener contenta a su base social. Pero eso tiene una consecuencia: si desde el poder se siembra la división de los mexicanos, al final van a cosechar eso, para bien y para mal.
Twitter: @leozuckermann