Cuando los mexicanos pensamos en migración generalmente nos referimos a la emigración de connacionales a Estados Unidos. Durante todo el Siglo XX este fue el flujo más importante. Y siempre asumimos que tenía repercusiones positivas en México pues representaba una importante válvula de escape al desempleo y a los salarios bajos. Y desde luego celebrábamos las remesas, que se han consolidado como uno de los ingresos más importantes de divisa extranjera.
En los últimos 10 años, sin embargo, el flujo más importante es la migración de retorno. Desde el 2007 regresan más mexicanos que los que se internan al vecino país. Dos han sido los motores de la repatriación: la grave crisis económica del 2008-2009 y la deportación. Por esto es posible decir que, en la última década, hemos tenido migración cero o negativa hacia Estados Unidos.
Hay otro flujo importante, la migración de tránsito. En orden de magnitud es el segundo más importante en los últimos cinco años. Y desde luego, por la caravana de hondureños que llegó a Tijuana en noviembre pasado, ha estado al centro de la información y del debate nacional.
José Bucheli, economista de la Universidad de Nuevo México, ha analizado el impacto de los flujos de retorno sobre el desarrollo económico. Su enfoque ha sido observar cómo los que regresan impactan el rezago social a nivel municipal. Su tesis doctoral comprende a todo el país –Los 2458 municipios existentes en 2015. Su estudio detalla cómo el incremento de migrantes retornados del 2005 al 2010 contribuyeron al desarrollo municipal cinco años más tarde, en 2015. Su hallazgo principal es que los municipios con migración de retorno experimentaron una disminución en el rezago social.
El rezago social es una media multidimensional construida por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) para medir la satisfacción relativa de necesidades básicas: educación, salud, acceso a servicios públicos –electricidad, agua potable y drenaje—, la calidad de la vivienda, como piso firme y el contar o no con electrodomésticos.
El análisis de Bucheli demuestra que la caída en el rezago social se explica por una mejora en los indicadores de educación, servicios básicos y la tenencia de electrodomésticos.
En relación a la educación, el estudio encontró una diminución importante en la proporción de niños y jóvenes entre 6 y 14 años que no asisten a la escuela. Los que regresan claramente le asignan un mayor peso a la inversión en capital humano. Esto es, aprendieron en Estados Unidos que la educación es el instrumento por antonomasia para mejorar sus niveles de vida. Cuando regresan a México hacen todo lo posible por enviar a sus niños a estudiar.
Bucheli es investigador actualmente del Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California, en San Diego, el cual dirijo desde septiembre de 2017. Me explica que la migración de retorno y la subsecuente mayor escolaridad han tenido un impacto positivo en las tasas de empleo local. Su modelo econométrico evidencia una baja en las tasas de desempleo. Por cada punto porcentual que sube la migración de retorno, el desempleo baja en promedio 1.5 %.
Más aún, Bucheli ha encontrado evidencia que las mejoras en las oportunidades laborales están incidiendo en los indicadores de violencia. Las tasas de homicidio en los municipios con mayor migración de retorno, incluso en aquellos con mayor violencia como Ciudad Juárez y Culiacán, tienden a disminuir cuando se alivia el rezago social. Este hallazgo es solo un punto de partida y necesita mayor evidencia para evitar criminalizar la pobreza.
En conclusión, el estudio empírico de Bucheli evidencia que el poco estudiado flujo de retorno tiene un enorme potencial para incidir en la cohesión social y en la calidad de vida de todos los mexicanos.
Esto me lleva a señalar que sería de enorme importancia que el gobierno de AMLO se decida a instrumentar una política hacia la migración de retorno. El programa impulsado por el gobierno de Peña Nieto para ayudar a los retornados –Todos somos mexicanos—por lo general fue una apuesta vacía.
No nos distraigamos con las dificultades de la migración de tránsito. Hay que apostar por lo que sabemos impulsará el futuro del país: los paisanos que regresan voluntariamente o que son deportados del norte.