El país de la gente libre, como se le conoce a Tailandia, es un reino exótico y extraordinario, único en sus costumbres ancestrales, y en el que podemos maravillarnos con la práctica del budismo Theravada, en el que se conservan las enseñanzas de Buda en forma más estricta. Las ciudades de Phuket, Chiang Mai y Bangkok, han logrado mantener sus tradiciones y su esencia tailandesa, logrando combinarlas con el goce de los placeres propios de nuestros días, como la de sus hoteles de gran lujo.
Chiang Mai o La Rosa del Norte, es una de las ciudades más visitada, importante por su riqueza cultural y su belleza natural, incluyendo algunas de las montañas más altas del país. En la provincia de Nimman se encuentra el hotel cinco estrellas Akyra Manor, un recinto del placer que se distingue por la opulencia de sus interiores y su diseño integrado a la vida que lo circunda. Es parte de Small Luxury Hotels of the World, una colección de hoteles independientes de gran exclusividad alrededor del mundo.
En la arquitectura de Akyra Manor se integra una extraordinaria combinación de belleza natural, clima agradable, cultura local bien conservada y una gastronomía fabulosa. Su diseño es creación del Singapur Manor Studio y de su director creativo Chaw Chih Wen, quien logró capturar la esencia de Chiang Mai.
El hotel se encuentra en Nimmanhaemin, el barrio más lujoso y vibrante de Chiang Mai con tiendas artesanales, boutiques, galerías, librerías, restaurantes y hasta la universidad. También está muy cercano al museo de insectos y maravillas naturales, al centro comercial, al colorido mercado y a más de 300 templos budistas.
El diseño avant-garde de Akyra Manor nos envuelve con un halo de lujo y de relajación, y que nos coquetea con sus elementos que fluyen en armonía. Resalta la fachada, una estructura en la que la madera que le da forma fue tallada con suaves ondas que le dan movimiento, y que está inspirada en el desmoronamiento de la antigua muralla de la ciudad de Chiang Mai. Las suites, decoradas con un estilo moderno y toques clásicos, se diseñaron en torno a la idea de un patio central, en el que se encuentran una bañera de hidromasaje y un baño al aire libre pero ingeniosamente cubiertos, para tener vistas insuperables a la ciudad. Basta con apretar un botón para que las cortinas eléctricas se cierren y tengamos total privacidad.
Además de ser recibidos por la música de fondo de la lista de reproducción del iPod que hay en cada una de las habitaciones, tenemos una carta de almohadas para escoger la que más nos guste, incluso podemos perfumarla con diversos aromas.
Su restaurante Italics propone una cocina vanguardista que combina platillos italianos y tailandeses, basada en los mejores ingredientes de alta calidad de origen local, en un ambiente de lujo exclusivo de colores sobrios, con enormes ventanales y hermosos diseños de árboles dorados junto a las mesas. Para disfrutar de las tardes, en el bar RISE le decimos adiós a los rayos del sol mientras saboreamos un rico coctel, para luego deslumbrarnos con las vistas de la ciudad salpicada de luces nocturnas bajo el cielo estrellado. Contiguo al bar está la piscina, tan original como el resto del hotel, pues en su diseño se integró el cristal para poder ver a través de él y no perdernos ni un momento de la visita a este fascinante hotel.
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