Siempre han existido, hasta en los regímenes más totalitarios de la historia, divisiones políticas. Sin embargo, el signo de nuestros días es una exacerbación de la discordia. “Polarización” de la política y la sociedad, le decimos. Muchos países, de larga tradición democrática, no están sabiendo cómo responder a este fenómeno.
Ahí está, por ejemplo, el caso del Reino Unido. El otro día escuchaba un podcastacerca de la crisis política permanente que había generado el Brexit. Recordemos que, en 2016, Gran Bretaña votó, en un referéndum, a favor de salirse de la Unión Europea. Desde entonces, no han encontrado la cuadratura al círculo. Muy atinadamente, alguien decía en el podcast que el problema en el Reino Unido es que en realidad era un Reino Dividido.
Efectivamente, este país está fraccionado prácticamente en dos mitades. Los que quieren permanecer en la Unión Europea. La mayoría de este grupo son jóvenes que viven en las grandes ciudades. Luego están los que quieren divorciarse de Europa. Ahí la mayoría es gente adulta y de la tercera edad que habita en pequeños pueblos y comunidades rurales. Dentro de estos grupos hay también diferencias. Por ejemplo, entre los que están a favor del Brexit, hay quienes prefieren una separación “suave”, que no afecte mucho los lazos con los países continentales, y los que demandan un divorcio total con el objetivo de recuperar una completa soberanía nacional.
Todos tienen una opinión, todos quieren prevalecer y nadie está dispuesto a llegar a un compromiso. Esta polarización ha paralizado a la política británica. Nada se mueve en el Parlamento. El gobierno conservador ni gobierna ni cae. No quieren correr el riesgo de llamar a elecciones que puedan perder frente a un Partido Laborista controlado por su ala más radical. Tampoco se atreven a organizar un nuevo referéndum para reafirmar o revertir la decisión de abandonar la Unión Europea. En suma: un desastre.
Triste ver a un país con larga tradición democrática-liberal atorado en un callejón sin salida. Esto podría terminar muy mal, incluso con la separación de Escocia e Irlanda del Reino Unido.
Triste ver cómo un país se metió en un berenjenal del cual no pueden salir sin pagar altos costos. Terrible la decisión del exprimer ministro, David Cameron, de organizar el referéndum del Brexit creyendo que la mayoría de la gente votaría a favor de permanecer en la Unión Europea. El desastre del resultado lo heredó Theresa May, quien ni siquiera puede controlar a su propio partido. Y, en las alas, se encuentra esperando el líder laborista, Jeremy Corbyn, quien tienen una agenda reformista muy agresiva para regresar al Reino Unido a la senda del socialismo.
El Reino Dividido, signo de nuestros tiempos. Jefes de gobierno que, en lugar de buscar conciliar posiciones y unir a sus sociedades, prefieren gobernar para sus bases electorales polarizando sus países. La lógica de “nosotros” contra “ellos”.
México no está exento de este fenómeno mundial. Por el contrario, aquí llegó un Presidente que todos los días sigue polarizando. En el discurso de López Obradorhay “buenos” y “malos”, “honestos” y “corruptos”, “liberales” y “conservadores”, “pueblo sabio” y “minoría rapaz”. No hay mesura ni el menor intento por conciliar.
La polarización, sin duda, genera buenos rendimientos electorales. Lo que no me queda claro es su utilidad para gobernar. En el Reino Unido, la división tiene postrado a su gobierno. En Estados Unidos, Trump está por entrar a un periodo de constante enfrentamiento con los demócratas que ahora tendrán mayoría en la Cámara de Representantes. La agenda legislativa quedará paralizada. Incluso se corre el riesgo de que el gobierno estadunidense deje de operar por la falta de acuerdo en la provisión de fondos entre el Ejecutivo y el Legislativo.
¿Y en México? ¿Servirá la polarización para tener un mejor gobierno que genere un mayor crecimiento económico, resuelva el terrible problema de la inseguridad y termine con la corrupción?
La división política no debe asustarnos. Lo que sí debe preocuparnos es que, llevada al extremo y promovida desde la cúspide del poder, esto puede acabar paralizando a gobiernos con una agenda muy ambiciosa de cambio.
Twitter: @leozuckermann