La derecha vociferó porque Nicolás Maduro asistió a la toma de posesión de López Obrador. Gritaron dictador al aire, porque el venezolano no asistió al Congreso. Ha ido tan lejos la derecha hasta el grado de calificar a Venezuela de narcoestado y a Maduro de dictador y asesino, aunque ha sido electo. Nadie en su sano juicio podrá justificar el manejo de la oposición y la represión venezolana, pero de ahí a los excesos verbales hay una gran distancia.
Lo más impresionante es, que esa derecha, guardó silenció o aplaudió la guerra interna (sucia) en México y las inmensas violaciones de derechos humanos que ha sangrado a la sociedad; tampoco expresó desagrado ante la representante china, toda vez que ese país es uno de los violadores de derechos humanos más importantes en el mundo.
La derecha llega al extremo de sugerir que México debe continuar con la misma política exterior de los regímenes neoliberales, como si los intereses nacionales estuvieran desligados de los cambios deseados internamente. Es un despropósito sugerir que ante el cambio doméstico se mantenga la lógica de las relaciones internacionales.
Fueron muchos los años en que dominó la doctrina Estrada que postula la no intervención en otros países, posición que ayudó a paliar el asalto de Estados Unidos contra la soberanía cubana por ejemplo. Tratar de romperla sin sustento político mostraría que es un gran error. Echeverría con enorme torpeza, se enfrentó a Estados Unidos sabiendo que México gozaba de un gran peso político en el Tercer Mundo. Parte del problema fue que se uso la condición de potencia media para satisfacer intereses personales, toda vez que el presidente pretendía su promoción a Secretario General de la ONU.
Vicente Fox de la mano de Jorge Castañeda se volvió un lacayo del imperio y desató una ofensiva contra Cuba y los gobiernos izquierdistas en América Latina. México pagó el precio cuando el bloque de votos que lideraba Cuba descarrilaron pretensiones mexicanas, como la dirección de la Organización Mundial de la Salud. No se puede golpear y pretender que el golpeado no se defienda.
Peña Nieto intentó recomponer un poco la relación con América Latina aunque teniendo presente siempre los intereses de Estados Unidos, que están muy lejos de los del subcontinente.
AMLO no ha mostrado el camino QUE quiere seguir en el concierto internacional. La llegada de Maduro y la representante china, de muy bajo nivel por cierto, representa la costumbre de invitar a todos los países con los que se tiene relaciones para que asistan al cambio de poderes y no muestra aceptación con las acciones de esos gobiernos. Mientras más representantes asisten y mayor su nivel, es una señal de la presencia internacional del país.
Cambiar el país hacia adentro implicará tarde o temprano la necesidad de ajustar alianzas y alinear intereses. Aunque hay limitantes poderosos.
La geografía política es crucial. Somos frontera con la mayor potencia económico-militar del mundo, dependemos de sus inversiones privadas y de sus mercados. El crecimiento de la industria maquiladora se ha dado en función del mercado estadounidense y la estrategia de crear una zona libre en la frontera, que tiene fuerza político-económica a nivel doméstico, profundizará esa dependencia, lo que ayudará a atar las manos del gobierno.
El poder del dinero es inmenso. Peña Nieto le entregó el Águila Azteca a un manipulador de dinero y un gerente que maneja 100 millones de dólares logra conseguir una invitación para una reunión de empresarios con el presidente de la república y hasta increparlo.
La interacción internacional de las oligarquías locales es importante porque trasladan domésticamente los intereses económicos que comparten con los grupos económicos internacionales.
Las instituciones calificadoras y multinacionales influyen en la política monetaria.
Los conflictos internacionales pueden influir si el gobierno se involucra sin la debida preparación, lo que incluye medir las consecuencias de las acciones políticas. Fue legendaria la torpeza de Echeverría cuando al visitar el Medio Oriente equiparó a Arafat con Benito Juárez y después se alineo con la resolución que equiparó al Sionismo con el racismo. México ganaba más vendiéndole petróleo caro a Israel, pero el presidente pensó que poniéndose a los pies de los palestinos lograría apoyo para sus pretensiones políticas. No entendió que en política internacional el silencio vale mucho, la abstención puede ser una carta segura y la ausencia ayuda a evadir condiciones problemáticas. Así acomodó varis acciones en contra de Estados Unidos y terminó humillando a su canciller, al gobierno y al país, y pago un fuerte costo económico.
AMLO tendrá que definir bien su política internacional para que lo ayude a consolidar los cambios internos, para eso requiere paz interna y que cese la guerra sucia de la oligarquía que no se resigna a aceptar el inicio de una nueva época.