En esta entrega, decidí dedicar estas líneas a la educación, la cual debe entenderse como el perfeccionamiento de una facultad, talento o capacidad mediante la enseñanza y el ejercicio. Para ello, es preciso partir aclarando que, si bien la formación adquirida en las aulas no contraviene la educación transmitida en casa, si la complementa y mucho. Motivo por el cual, la presencia y guía permanente de los padres o tutores es fundamental para el adecuado desarrollo integral de las futuras generaciones.
Con respecto a la parte que compete a los docentes, es imprescindible considerar dos cuestiones que adquieren especial relevancia en esta época, de acuerdo con lo que he detectado en la impartición de clase. Por una parte, destaca el uso de la tecnología, la cual puede ofrecer efectos contrarios a los deseados. Leonardo Haberkorn, un periodista y catedrático uruguayo quien publicó un artículo que fue replicado internacionalmente y en el cual confesó: “…Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono…estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo que es lo que hacen…”.
Sin embargo, el autor también sitúa el problema de la educación como resultado de las fallas del docente: “…la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo…Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante…”.
Resulta sencillo “pasarle el balón” a quienes vienen detrás nuestro, luego de que ya hemos utilizado la cancha. Corrijo: luego de que ya hemos MAL utilizado la cancha. No debemos confiar el futuro a los niños, ya que quienes vivimos el presente debemos asumir esa responsabilidad. No es justo ahora ni lo será posteriormente. No es justo para ellos vivir en un presente mediocre y heredar un planeta sumido en la decepción e indiferencia.
Contrario a Haberkorn, yo no me rindo, por el contrario, quienes tenemos el privilegio de estar frente a grupo debemos renovar bríos, dar nuestro mayor esfuerzo para mejorar el presente y asegurarnos que nuestro legado, aun en el anonimato, contribuya a la construcción de un futuro más prometedor. Así, decidí compartir dicho texto con mis alumnos universitarios. Leí la carta íntegramente. La reflexión surgió solo en algunas mentes.
En ciertas ocasiones -las menos-, el vértigo de la victoria suele ser inofensivo, pero cuando se trata de gobernar un país, es inconveniente comenzar con el pie izquierdo. Recortar el presupuesto a las universidades y a la cultura, no es precisamente un paso derecho. Decidir no evaluar a los maestros y considerar que “copiar” es trabajar en equipo, resulta peor que no saber “ler”. ¡Felices fiestas!
Post Scriptum.- “Es la educación la que genera mejores condiciones de justicia; educar evita la necesidad de castigar.”, Justo Sierra.
* El autor es consultor político, catedrático y editor.
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