¿Imagina usted una camisa de vestir con 11 varas de longitud, alrededor de nueve metros? Pues cuentan que en la Edad Media, cuando había interés en adoptar a un bebé, la ceremonia consistía en hacerlo pasar por la manga de tal camisa para sacarlo por el cuello de la prenda y terminar con un beso del padre en la frente del pequeño como muestra de aceptación de la paternidad. Aunque es difícil imaginar tal dimensión, la idea era simular el parto con todas sus dificultades. Las primeras camisas se metían por la cabeza y fue hasta 1871 cuando crearon el estilo abrigo, es decir, abiertas por delante.
El antiguo navegante inglés que vendía sus productos de hortalizas en Francia, usaba una prenda de jersey sin mangas. Los franceses le llamaron “chandail” (aféresis de marchands d’ail) que significa “vendedor de ajos”. El modelo fue adoptado por los franceses y a finales del siglo XIX los españoles lo bautizaron con el nombre “chándal”. El recorrido de esta prenda ha sido largo: llegó a las filas de soldados en la I Guerra Mundial, (a las esposas y hermanas de los soldados se las veía siempre tejiendo para sus parientes los famosos chándal), a los deportistas, a los presidiarios, hasta llegar a Cocó Chanel, quien aprovechó esa penetración de mercado para lanzar su modelo chándal de tweed, que ya nada tenía que ver con el original “chandail marino”.