«Fuera Hondureños, aquí no los queremos», gritaban enfurecidos un par de cientos de habitantes de Tijuana cerca del albergue donde se refugia la caravana de migrantes en la ciudad fronteriza. Ondeaban banderas y cantaban el himno nacional de México.
En Tijuana, en el norte de México, se concentran miles de personas, sobre todo de Honduras, que esperan pedir asilo en Estados Unidos tras una marcha a pie que emprendieron desde varios países de Centroamérica hace semanas en busca de una vida mejor.
La policía antimotines tuvo que detener a los manifestantes para evitar una posible agresión. Hubo momentos de tensión en que se empujaron y lanzaron botellas de agua.
El reto de las caravanas de migrantes para la única «ciudad santuario» de México
Los migrantes fueron retenidos dentro del albergue, en el deportivo Benito Juárez. Algunos, se asomaban a las rejas y veían la escena con perplejidad.
«Nosotros venimos huyendo de la violencia. Queremos paz», contaba Carlos, enseñando sus manos deformes por un ataque.
«¡Fuera hondureños!»: las protestas en Tijuana contra los migrantes de la caravana
Esta hostilidad y xenofobia hacia la caravana es algo inédito en la ciudad fronteriza de Tijuana, coinciden los expertos consultados por BBC Mundo.
«Tijuana es una ciudad de migrantes» es una frase que se oye en todas partes. Y es un hecho: uno de cada dos habitantes de la ciudad no nació ahí, según el Consejo Nacional de Población.
Los tijuanenses lo repiten con orgullo y tradicionalmente han sido acogedores con la gente llegada de fuera. Pero las caravanas de centroamericanos han sacado a flote un sentimiento de rechazo a los de fuera.
¿Hospitalaria Tijuana?
Los expertos coinciden en que es una minoría, pero también que se han hecho oír y que el rechazo hacia los migrantes está ganando terreno, aún en la hospitalaria Tijuana.
¿Por qué la caravana de migrantes eligió la ruta más larga para cruzar México hacia EE.UU.?
Este domingo, ese sector de la población organizó una marcha con pancartas que decían: «Esto es una invasión disfrazada de migración».
Muchos justificaban su molestia por la supuesta forma en la que la caravana entró en México: «Llegaron ilegalmente, rompiendo vallas y agrediendo», aseguraban.
A la misma hora, a escasos metros de esa protesta, se convocó una contramanifestación en apoyo a los migrantes, pero los presentes eran muchos menos y salieron corriendo cuando los que estaban en contra llegaron irascibles a enfrentarlos.
Según los expertos, son varios los factores que han creado esta ola de rechazo ante la caravana de centroamericanos.
Un plato de frijoles y las redes sociales
En los últimos días, el video de una migrante hondureña quejándose de la comida que les dieron se ha vuelto viral.
«La comida que están dando aquí (está) fatal. Mira lo que están dando: puros frijoles molidos, como si le estuvieran dando de comer a los chanchos. Y ni modo, hay que comernos esa comida porque si no, nos morimos de hambre», dice en un video grabado por la televisión alemana Deutsche Welle.
Nosotros venimos huyendo de la violencia. Queremos paz»
Carlos
«Aquí somos pobres, comemos frijoles», gritaban en la marcha contra la caravana.
En otro video, se asegura que los migrantes ya no quieren la comida que les dan y que demandan pizza y refrescos.
Eso ha indignado incluso a algunos que antes apoyaban a los migrantes.
Estos videos «han marcado un antes y un después» en la forma en que los migrantes son percibidos en México, explica Claudia Benassini, investigadora en medios digitales de la Universidad La Salle, en Ciudad de México.
Dice que las redes sociales jugaron un papel crucial: «La información circuló fuera de contexto y con nulo espacio para los desmentidos».
En estas ocasiones han sobrado los comentarios xenófobos, fuera de lugar y con muy poco conocimiento del tema, explica la especialista.
Carteles en Tijuana
Coincidentemente, partes del estado de Nayarit han sido consideradas zonas de desastre por las fuertes lluvias e inundaciones. En las redes sociales, hubo varios mensajes que pedían al gobierno que primero atendiera el problema de los afectados mexicanos antes de ayudar a los migrantes.
«Son dos problemas distintos. Si el gobierno no ha atendido lo de Nayarit no necesariamente es por los migrantes», explica Benassini.
Este fin de semana, en el albergue en el que se concentran en Tijuana los migrantes, han tratado de contrastar esta mala imagen de que no recibían con gusto la comida con un video en el que agradecían a los mexicanos «el bocado que se han quitado para dárselo».
También, antes de que llegaran los tijuanenses que venían a atacarlos, habían salido a barrer las calles aledañas a su refugio.
Trump y alcalde de Tijuana
El alcalde de la ciudad, José Manuel Gastélum,no ha ayudado a que los tijuanenses tengan una buena actitud con los migrantes, según cuentan los expertos.
En varias ocasiones ha amenazado con deportarlos.
«Los derechos humanos son para los humanos derechos», dijo en una entrevista con Milenio Televisión tras un enfrentamiento entre los migrantes y los vecinos en Playas de Tijuana el primer día que llegaron.
Aseguró que los migrantes «llegan en un plan agresivo, grosero, con cánticos, retando a la autoridad».
«No me atrevo a decir que son todos los migrantes, pero hay algunos que son vagos, mariguanos(fumadores de marihuana), van agrediendo a familias», aseguró.
Por otra parte, hay un sector de la sociedad que se está dejando influenciar por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, «un hombre que es racista y que muchos consideran un líder», explica Jorge Bustamante, investigador emérito del Colegio de la Frontera.
Trump se ha mostrado hostil con los migrantes, ha movilizado a miles de soldados a la frontera y ha prometido endurecer los procesos de petición de asilo.
En la marcha que increpó a los hondureños, Jonathan Zuñiga, de 25 años, explicaba que entiende que Trump sea duro con los latinoamericanos: «Siente que su país está amenazado y que por eso lo protege. México debería hacer lo mismo».
Por otra parte, que Estados Unidos haya reducido los carriles de acceso de Tijuana a San Diego por la caravana ha trastocado la vida de la ciudad fronteriza.
José Manuel Gastélum, alcalde de Tijuana
«Eso ha molestado mucho a todos los tijuanenses que van a diario a trabajar allá. Aumenta mucho las filas y el tiempo que gastan en trasladarse. Ellos erróneamente lo han interpretado como que es culpa de los migrantes», explica José Moreno Mena.
Tamaño y forma de la caravana
Las caravanas de migrantes se han vuelto un fenómeno recurrente en los últimos años, pero esta vez se juntaron varias y el fenómeno se ha hecho muy grande, lo que ha hecho que algunos lo vean como algo amenazante, explica el experto.
Además, dice que también el gobierno de México ha fallado en no tener ningún control sobre las caravanas.
Quienes rechazan la caravana llaman a los migrantes «invasores».
Para entrar a México cualquier ciudadano puede tramitar en la frontera un permiso de tránsito, lo que le permite una estancia legal de 30 días en el país que es renovable.
Sin embargo, cuando la caravana cruzó por el río Suchiate la frontera con Guatemala y no por la garita fronteriza, se perdió el control y no hubo forma de documentarlos.
«Aunque sí hay una parte de ellos que se ha registrado», explica el académico Mena.
Racismo
El experto ve también señales de racismo en la hostilidad a los migrantes.
«Los racistas mexicanos ven a los centroamericanos como inferiores», dice. Asegura que no pasaría lo mismo con los estadounidenses.
Los expertos coinciden en que el temor de los tijuanenses de que los migrantes son una carga para la economía es un mito. Que en la ciudad la oferta de trabajo, al menos en sectores que requieren de menos capacitación, como la maquila (la construcción), siempre hay empleos de sobra.
Pero los entrevistados por BBC Mundo coinciden en que, aunque es una cosa nueva y podría ir en aumento, la xenofobia y el racismo se han hecho presentes sólo en una «minoría» de la sociedad de Tijuana.
José Rendón, que se manifestaba a favor de la bienvenida de los migrantes, dijo a BBC Mundo que deben hacerlo «por solidaridad, por simple humanidad».
Federico Garza, como otros tijuanenses, dice estar decepcionados por la actitud de algunos ciudadanos que rechazan a los centroamericanos.
«Dicen que los hondureños podrían aumentar la inseguridad y la violencia en la ciudad. Pero, por lo que vimos hoy, los tijuanenses intolerantes son el problema: gente intentando pelear y molestar a los más vulnerables».
Tras el intento de ataque al refugio, las fuerzas de seguridad restringieron los movimientos de entrada y salida de los migrantes.
Es incierto cuánto tiempo podrían quedarse miles de los centroamericanos de la caravana en la ciudad fronteriza. Su solicitud de asilo a Estados Unidos se suma a la de 2.800 personas que ya estaban en fila y que lleva un atraso de meses.