Por ahí de los primeros años de la década de los dos mil, Jorge Fernández Menéndez me invitó a debatir la legalización de las drogas en su programa de radio en Imagen. Mi compañero de páginas sabía mi postura a favor. En aquel entonces no eran muchos los que se atrevían a decir públicamente que la prohibición había fracasado para combatir el consumo y las adicciones a las drogas. Recuerdo ese debate porque salí del estudio convencido que me tocaría ver en vida el día que se legalizaría, por lo menos, la mariguana.
Como siempre digo, no es que yo esté a favor del consumo y la adicción a las drogas. Por el contrario, creo que la sociedad debe hacer algo para combatir este problema. Pero la solución no está en prohibirlas, sino en permitirlas y regularlas. Si lo hacemos cotidianamente con dos drogas muy adictivas y mortales, como el tabaco y el alcohol, ¿por qué no hacerlo con otros productos, sobre todo la mariguana que científicamente está comprobada que es menos dañina y adictiva que el alcohol?
Además, como liberal, me choca la idea de un Estado paternalista que nos trate a los ciudadanos como menores de edad diciéndonos qué sí podemos y qué no podemos consumir. Cada individuo que ingiera lo que se le pegue la gana y se haga responsable de sus efectos, siempre y cuando, desde luego, no afecte derechos de terceros.
El Estado sí debe intervenir para informar y educar a la gente sobre los posibles daños que tiene el consumo de las drogas. Además, ayudar a los adictos a superar su enfermedad. El consumo y la adicción se combaten más efectivamente con programas de educación y salud pública que pueden ser financiados con los impuestos que se cobren a los productos dañinos.
Esto he pensado desde hace mucho tiempo y defendido en los medios. Lo que nunca imaginé es lo rápido que ganaríamos el debate. Para efectos prácticos, en menos de tres lustros ya se legalizó la mariguana con fines lúdicos en México.
En días pasados, la Suprema Corte de Justicia otorgó el quinto amparo a individuos a los que les negaron un permiso para producir y consumir cannabis. Esto quiere decir que ya se generó la jurisprudencia necesaria para hacer extensivo el amparo a todo ciudadano que lo solicite.
A partir de ahora, cualquier mexicano puede acudir a una autoridad sanitaria a solicitar un permiso de producción y consumo de mariguana para fines recreativos. Dicha autoridad, con base en la Ley General de Salud, negará el permiso solicitado. Acto seguido, el individuo puede acudir a un juez federal a solicitar un amparo en contra de este acto de autoridad. Los magistrados, por órdenes de la Suprema Corte, al haber ya otorgado cinco amparos, están obligados a otorgar el amparo de manera directa protegiendo jurídicamente al solicitante.
Se trata, sin duda, de un proceso engorroso pero que, en los hechos, legaliza la mariguana recreativa.
Ahora bien, la Corte notificará al Congreso que ya hay jurisprudencia en esta materia solicitando que el Poder Legislativo reforme las normas para legalizar y regular la mariguana lúdica. Si el Congreso hace caso omiso a dicha notificación, el asunto pasará al pleno de la Suprema Corte donde se necesita una mayoría de ocho votos de once ministros para declarar la inconstitucionalidad de la prohibición y legalizar la yerba. Esto nunca ha ocurrido en la historia del país. En lo personal, no me parece ideal que un asunto tan importante como la legalización la declare el Poder Judicial. Creo que le corresponde al Legislativo actuar.
Por fortuna, al parecer la mayoría lopezobradorista en ambas cámaras está dispuesta a hacerlo. La próxima secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, se ha manifestado en múltiples ocasiones a favor de esta política pública. Supongo, luego entonces, que existen las condiciones para que pronto veamos el voto mayoritario de los diputados y senadores legalizando la cannabis recreativa.
Se trata de una excelente noticia. El consumo en México, que es relativamente bajo para los estándares mundiales, podrá combatirse, como se debe, con programas de educación y salud públicos. Pero, además, se liberarán cientos de soldados, marinos y policías que hoy se dedican a perseguir a productores de mariguana para utilizarlos en resolver crímenes que nos agravian más como el asesinato, secuestro, extorsión y robo de combustibles.
En suma, he aquí un caso ejemplar de cómo la sociedad, con un buen debate, puede cambiar sus posturas de cómo resolver problemas públicos y cómo las instituciones sí actúan para tal efecto. De cómo la democracia liberal y representativa sí funciona.
Twitter: @leozuckermann