Myanmar es un país cuyo nombre mismo evoca curiosidad e intriga, una nación misteriosa rica en historia, cultura y tradición que se apodera de nuestros sentidos, volviéndose parte de nuestro ser. Mandalay, su antigua capital, encarna este sentimiento de misticismo que tanto nos seduce.
La ciudad más importante de Upper Burma, Mandalay es un destino rico en historia y cultura. Rodeada por cuatro ríos, la ciudad giraba en torno al palacio real, que medía 413 hectáreas. Construida con el propósito de cumplir con una profecía budista que hacia referencia a la creación de una metrópolis religiosa a los pies de Mandalay Hill, la ciudad se elaboró bajo las órdenes del Rey Mindin en 1857 como la nueva capital de su reino.
Ubicado en cuatro acres de hermosos jardines que nos hacen sentir fuera de la ciudad, el hotel Hilton Mandalay ofrece una ubicación privilegiada frente a Mandalay Hill y el majestuoso Palacio Real. A sus pies el foso artificial que rodean a las antiguas murallas del palacio refleja en sus aguas la luz del atardecer, creando un momento de magia. Esta impactante vista me deslumbraba desde mi maravillosa suite, donde el lujo y la comodidad fueron constantes.
Los techos rojizos del Hilton Mandalay imitan la hermosa arquitectura de la zona y su alberca, única en su estilo en la ciudad, nos hace sentir como realeza misma. Por la noche su peculiar iluminación crea un bello juego de luces, donde parecía que el agua misma se alumbra.
En el hotel podemos elegir entre cinco diferentes espacios gastronómicos, donde podemos gozar desde cocina asiática occidental y sudoriental hasta especialidades de Myanmar. Con sus impactantes vistas, cada uno nos envuelve en la magia de Mandalay, en sus tradiciones, su cultura y su vibrante vida.
Recientemente renovado, el hotel luce un diseño de elegancia sutil y belleza refinada que captura lo mejor de la sofisticación de la prestigiosa cadena hotelera Hilton y lo más intrigante del estilo birmano de decoración. Su precioso restaurante principal, donde se gocé de un desayuno inigualable, tiene toques de madera obscura y artesanía típica de la zona que lo hace verdaderamente único.
A pocos minutos del hotel en un divertido viaje en tuk-tuk –una motocicleta con tres llantas típica del sudeste asiático– nos lleva al monumento más conocido de Mandalay: la pagoda Kuthodaw. Este hermoso monumento blanco es, impactantemente, el libro más grande del mundo. Cientos de tabletas con inscripciones en Pali, el idioma sagrado del budismo, recitan las enseñanzas de Buda. Cada una se encuentra en un pequeño templo blanco que rodea la pagoda dorada principal del conjunto.
Además, los alrededores de Mandalay son imperdibles; Mingun es hogar a impactantes sitios históricos, como la famosa Mingun Pahtodawgyi, una inmensa pagoda del siglo XIX que nunca fue terminada; Inwa es un encantador pueblo tradicional con impactantes templos que descubrí en un divertido paseo en carruaje; la montaña sagrada de Sagain es hogar a cientos de monasterios y pagodas doradas que se alzan entre altos árboles; y el famoso U Bein Bridge en Amanapura es el puente de madera más largo del mundo donde disfruté de la puesta de sol más impactante del mundo.