El lunes sabremos si el Presidente electo canceló o no la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco. Es una decisión que definirá el destino económico de su sexenio. Adelanto la publicación de mi artículo en caso de que siga adelante con esta obra:
Imperó la razón. López Obrador envió la señal de que no está dispuesto a jugar con la economía. En julio, el tabasqueño arrasó en las urnas. Tendrá una comodísima mayoría en ambas cámaras del Congreso para aprobar cualquier ley. Incluso, con un poco de negociación, conseguirá los votos de diputados y senadores para reformar la Constitución. Por la estructura fiscal de México, contará, además, con el apoyo de los gobernadores. Y no tendrá que enfrentar a una oposición partidista que está echa pedazos. AMLO será, en este sentido, un Presidente muy poderoso, con un gran potencial de sacar adelante su ambiciosa agenda de gobierno.
Para tener éxito, sólo le faltaba el apoyo de los señores del dinero, quienes todavía lo veían con recelo. Se trata de un segmento toral por una razón implacable: quiérase o no, México cuenta con una economía capitalista; en este contexto, para crecer necesita inversión; el sector público no tiene dinero; sólo el sector privado posee el capital suficiente para inyectar más flujo de efectivo a la economía, de tal suerte que ésta crezca más del dos por ciento anual que ha crecido en promedio en los últimos lustros.
El NAIM, en este sentido, se convirtió en una primera prueba de si el próximo gobierno honraría o no los múltiples contratos que el Estado mexicano firmó con inversionistas y contratistas para la construcción del nuevo aeropuerto. La certidumbre legal es condición sine qua non para que la gente adinerada siga invirtiendo en un país. Al decidirse por seguir con el NAIM en Texcoco, AMLO ha respetado los compromisos del Estado enviando la señal de que en México seguirá habiendo certeza legal para grandes proyectos de inversión.
Los capitalistas siempre están dispuestos a invertir su dinero hasta en los lugares más arriesgados. Demandan rendimientos de acuerdo con el riesgo. Por eso, las tasas de interés en Venezuela son altísimas. La palabra del gobierno de Nicolás Maduro vale poco y, por tanto, le prestan dinero a un costo altísimo. Desde las espantosas crisis de los ochentas y noventas, México ha venido construyendo, poco a poco y con mucho esfuerzo, condiciones para recuperar la credibilidad que perdió con los capitalistas. Es por eso que, hoy, los bonos mexicanos tienen una calificación de grado de inversión, lo cual nos hace pagar menos intereses cuando nos prestan. La buena noticia es que, con la decisión de seguir adelante con Texcoco, el país podrá seguir beneficiándose con mejores tasas en comparación con otras economías emergentes. Menos riesgo significará menores rendimientos, con la posibilidad de que los sectores público y privado levanten capital más barato para invertir en la economía nacional.
Texcoco se suma, así, a las decisiones responsables que ya había tomado AMLO en el ámbito económico: un equipo hacendario serio y con buenas credenciales, la participación activa del gobierno electo para continuar en un esquema de libre comercio con Estados Unidos y Canadá y la selección de un destacado economista para la Junta de Gobierno de Banxico. En los hechos, AMLO ha enviado señales económicas positivas, lo cual le permitirá, por una parte, tener más dinero para sus programas sociales y proyectos de infraestructura y, por la otra, concentrarse en resolver el principal problema que tiene México: la inseguridad.
Se cierra, así, un capítulo que había generado incertidumbre e incluso un enfrentamiento con la clase empresarial. Lo de Santa Lucía siempre fue una locura, una entelequia, una “no opción” sin pies ni cabeza.
En cuanto a Texcoco, el Presidente electo ahora tendrá que decidir qué hacer para, por un lado, abaratar los costos y, por el otro, limpiar el proyecto. Esto es particularmente importante ya que muchos sospechan (me incluyo) que podría haber graves casos de corrupción en esta obra. La presunción se basa en que estamos hablando del proyecto de infraestructura más grande de la historia contratada por un gobierno, el de Peña, marcado por la corrupción.
Ahora sólo falta que AMLO presente un presupuesto que cumpla la promesa de superávit fiscal para el 2019 y así cerrar el círculo de buenas señales económicas. Lo de Texcoco es un paso en la dirección correcta para blindar a México del vendaval que se viene a todas las economías emergentes por el incremento de las tasas de interés en Estados Unidos. Hoy, por fortuna, los mexicanos podemos dormir más tranquilos. El gobierno entrante ha tomado la decisión correcta, la única sensata y racional. El “error de octubre” no se hizo realidad.
Este sería mi artículo del lunes en caso de que AMLO decida continuar la construcción del NAIM en Texcoco.
Twitter: @leozuckermann