Dos tragedias sucedieron el domingo 28 de octubre. Un racista entró a una sinagoga en Pittsburgh y asesinó a 11 personas solamente por ser judíos; los brasileños eligieron a Jair Bolsonaro, un militar racista, homófobo, enemigo de la libertad, la justicia, la dignidad humana y el medio ambiente.
El asesino dejó señales de odio racial especialmente en internet, sin que los mecanismos de detección reaccionaran, posteriormente bajaron de la red a la página racista; la respuesta de Trump muy apropiada a su nivel fue vergonzosa, apoyó a la industria de las armas sugiriendo que de haber habido gente armada eso no hubiera sucedido. O sea que tantos las escuelas como los centros de culto deben atrincherarse. Entre las víctimas hay 3 policías heridos. Ya he escrito que parte de la tragedia que vivimos consiste en que las sinagogas deben estar resguardadas, mientras que no hay políticas para cerrar los centros de odio, que de existir debió haber evitado que el odiador mayor llegara a la presidencia.
Bolsonaro fue electo con holgura no obstante las llamadas de alerta que llegaron desde varias partes del mundo. Ante loas a la dictadura, el fascista ofrece derrotar al socialismo y al comunismo, y ya ha amenazado con facilitar la depredación del Amazonas. La tragedia de Brasil empezó cuando la ultraderecha se valió de una nimiedad para deponer a la presidenta Rousseff, después que la izquierda había caído bajo el encanto de la corrupción, no obstante haber generado un modelo de crecimiento que creo empleos y empezó a sacar a la gente de la miseria. Todo hace pensar que el país va hacia atrás y no tardarán los batallones de ejecución en sembrar las calles con las víctimas de su intolerancia.
No es una preocupación menor que uno de los grandes países de América Latina, se suma al muy preocupante crecimiento de la ultraderecha en el mundo. Democracias como Estados Unidos, Alemania, Holanda, Francia, Grecia, Italia, Finlandia, Dinamarca, Suecia, Hungría, Croacia y Austria están sufriendo el embate de las fuerzas ultra derechistas y su enorme carga de odio. En Inglaterra el líder del laborismo ha sostenido un discurso judeofobo disfrazado de anti israelí y una baronesa miembro de la cámara de los lores acusó a Netaniahu de ser culpable del asesinato en la sinagoga de Pittsburgh.
Estas fuerzas ultra derechistas tienen en común su rechazo a los migrantes, su tendencia neo nazi, su odio a los judíos y los musulmanes, comparten la visión de las opciones violentas para acomodar el mundo según sus ideas y conveniencia. Son fuerzas aislacionistas y tribales y buscan destruir a la Unión Europea, el ejercicio más avanzado en la dirección de la eliminación de fronteras y la construcción de identidades colectivas.
La ultraderecha ha crecido políticamente en esos países europeos, en algunos han tomado el poder o están a un paso de lograrlo, o han influido en varias de las políticas, especialmente las que se refieren al rechazo a los migrantes.
En México la ultraderecha ha crecido, los neo nazis marchan contra la caravana hondureña, se ha apoderado de partidos políticos y llegan al gobierno con López Obrador, controlara el Seguro Social y las protestas consiguieron arrebatarles la Comisión de Cultura y Salud en la Cámara de Diputados.
Frenar el discurso de odio es imprescindible y nos pone ante una disyuntiva fuerte de limitación de la libertad. El asesino de Pittsburg acusó a los judíos de apoyar caravanas y el portal desde dónde justificó su violencia racial dice estar defendiendo la libertad de expresión. En la disyuntiva que enfrenta la humanidad esta coartar la libertad de expresión de racistas, xenófobos y el discurso del odio, o dejar el espacio abierto para que este discurso siga causando estragos. En Alemania está penado el uso de símbolos o lenguaje nazi, y aún con eso crece la ultraderecha y los grupos que añoran emprender la aventura nazi, lo que no tira por tierra el argumento de la limitación, porque sin esas restricciones seguramente los racistas habrían crecido todavía más.
La humanidad no puede tolerar que los radicales de ultraderecha utilicen los mecanismos democrático para asesinar a la democracia. Bolsonaro liquidará los avances que logró Brasil después de 21 años de nefasta dictadura militar, conocida por innovar métodos de tortura, aunque para Bolsonaro el error fue que no mataron y solo torturaron. Imaginemos que Brasil se convierta en una estación de lanzamiento de pensamiento y acción violenta de ultra derecha hacia varios países del mundo.
Parece estar configurándose una internacional ultraderechista que hará avanzar las posturas de intolerancia y de odio y buscará crear un mundo de persecución y exterminio hacia los que piensan distinto.
Podemos estar en el umbral del fin de los avances democráticos y la libertad, o en el inicio de una era de obscuridad que haga ver pequeño el intento de los nazis. El reto para la humanidad es crucial.