En la mesa de los amigos hay una regla: se puede hablar solamente de una enfermedad y un delito. A nuestra edad todos sufrimos más de un achaque y no se trata de abrumar a los demás, por cierto, no es competencia. Siguiendo el asunto de no abrumar, tampoco se debe mencionar más de un delito del que se tiene conocimiento. Y es que en el México de hoy todos conocemos a alguien que ha sufrido un delito, o sea que de forma directa o indirecta, todos somos víctimas.
Cada año se cometen alrededor de 33 millones de delitos, incluyendo toda la gama delictiva, o sea, que con una estadística ramplona, tenemos casi un 25% de probabilidad cada año de ser víctimas de un delito, en algunos casos se puede ser víctima en más de una ocasión, lo que no reduce el 25% de probabilidad anual.
En el desayuno una amiga empezó a contar que escucharon un ruido en la casa, su marido se levantó a ver de que se trataba y en unos segundos ambos estaban encañonados. Los 3 asaltantes iban uniformados y sabían muy bien lo que debían hacer. Encontraron muy rápido los “escondites” en los que ella había puesto documentos y dinero, exigieron la caja fuerte, la que rompieron fácilmente. Se comunicaban todo el tiempo con el exterior. Ya para irse uno de ellos se le acercó a ella, le pidió su nombre y le dijo claramente: “Ni se te ocurra hablarle a la policía porque ellos nos mandaron”. Comprobaron que la policía estaba en la esquina. Cuando presentaron la demanda mostraron la grabación que tomaron las cámaras de seguridad en la casa, un jefe policiaco les dijo: “los vamos a detener, vamos a hacer que hablen y después los tendremos que matar”. Ahora resulta que la víctima se convierte en cómplice del abuso y violencia policiaca e inclusive se llega al extremo que sea el autor intelectual del asesinato de delincuentes.
Concluimos que la policía los intimidó para que no continuaran con las pesquisas, porque como sospechaban, el asaltante les dijo la verdad, estaban conectados con la policía, ya sea que trabajaran para ella, o que le entregaran su parte del botín. Con pesadumbre la amiga dijo, por lo menos no nos golpearon. Y este es el consuelo de las víctimas: Lo material se reemplaza. Lo que no se arregla es la sensación de violación, la brutal agresión que sufren las víctimas.
El INEGI calcula que más del 90% de los delitos no se denuncian, la razón principal es que la gente siente que la policía y los criminales son lo mismo. Otra razón consiste en que al denunciar uno entrega información personal que la policía le entrega a los criminales.
Una persona tuvo que huir de su casa después que mataron a su esposa e hijo, denunció el delito, pero lo obligaron a ratificar la denuncia y en la ratificación lo obligaron a entregar su paradero, o sea, que los criminales sabrían dónde se escondía y tendría que volver a huir, el perdió todo mientras los criminales continuarían impunes.
El bajo nivel de castigo asegura la impunidad y obliga a la sociedad a tener que protegerse a sí misma.
Un empresario vendió su casa en un fraccionamiento de lujo en su ciudad y se fue a vivir en un departamento que contaba con seguridad 24 horas del día. Una mujer logró evadir un atraco callejero porque su automóvil esta blindado. La gente se encierra en las calles, compra alarmas, electrifica rejas y las empresas han reducido la circulación de dinero depositando dinero en los bancos. Pero con más de 30 millones de delitos anuales, vemos que los criminales todavía tienen mucho espacio para actuar. Y el costo de la seguridad personal asciende a casi 1.5% del PIB.
La ley de víctimas dice que el gobierno debe retribuirle a las víctimas lo que han perdido y lo que hubiera producido el bien arrebatado, así como asegurar que no vuelva a suceder.
No sabemos que tan atrás irá la Comisión para retribuirle a las víctimas el daño sufrido, si solamente fueran cinco años no habrá recursos que alcancen, especialmente considerando las graves carencias que sufre el país y que solamente el servicio a la deuda que nos lega Peña Nieto, se tragará recursos suficientes como para que no se asegure el bienestar a la sociedad.
Los criminales son imaginativos como se ve con el huachicol y la protección policiaca les asegura que puedan “trabajar” con tranquilidad. Mientras la sociedad sigue sufriendo y consolándose que no los hayan matado cuando los violentaron.