Hace poco más de cien años varias francesas ejercieron sus derechos ante la Prefectura de Policía de París para lograr autorización como conductoras de coches de sitio o paradas (de caballos). Las autoridades aceptaron, pero con la condición de que usaran el uniforme consistente en traje de paño color beige, muy ajustado, con cuello levantado y que dibujara la línea de los hombros, acompañado de un abrigo de doble esclavina en caso de frío y un sombrerillo redondo. Los guantes también fueron obligatorios.
Hace muchos años, la bella Lam Si, hija de un poderoso mandarín, tuvo la idea de utilizar la máscara que lucía para agitarla frente a su rostro y así refrescarse un poco. De ahí, dicen los que cuentan leyendas, nació el abanico. Hoy ya no en todos lados agitan hermosos abanicos, sino que en América se usan diminutos ventiladores personales que gracias a una pequeña batería refrescan a quienes padecen calores.