No sé si me manifieste de un modo u otro en la consulta sobre el aeropuerto. Conozco muy poco de aeropuertos, menos aún de consultas, y no termino de entender qué se me va a consultar. Tampoco me queda claro si los participantes en la conferencia de prensa del viernes, es decir Andrés Manuel López Obrador y sus lugartenientes, saben mucho más que yo. Por ello, albergo varias dudas sobre mí mismo, el aeropuerto y la consulta.
Dicho esto, confieso que por primera vez, tanto Javier Jiménez Espriú como el propio AMLO, me sembraron mucho escepticismo a propósito del NAIM en Texcoco. No tanto por la corrupción: eso, de alguna manera, lo había escuchado de fuentes de cierta confiabilidad. Me refiero a la decisión misma del gobierno Peña Nieto de construir ese aeropuerto allí, ahora, y de esa manera. Desde 2002 he sido partidario de un nuevo aeropuerto; siempre creí que el único sitio era Texcoco, y si Norman Foster ganó el concurso con ese proyecto, ni hablar.
Ahora resulta que un equipo de gobierno que, en mi opinión, va a inclinarse por Texcoco, con o sin concesión a Slim, que es abiertamente aliado –algunos dirían cómplice– del gobierno saliente de EPN, y que no se beneficia en lo más mínimo “echándole tierra” al NAIM en su forma actual… lo critica de manera despiadada. No se lo hubiera creído a nadie más, pero a los técnicos y gerentes de proyecto de AMLO, sí. Por una sencilla razón: ya compraron el camello, pero hablan mal del camello después de comprarlo, mucho menos de venderlo. Han de tener razón.
Hasta donde comprendí, todo lo que se dijo el viernes, la opción de Texcoco, en sí misma, independientemente de Santa Lucía, fue una pésima decisión. En primer lugar, el sobrecosto va a ser enorme: casi el doble. En segundo término, la fecha de entrega será muy posterior a lo anunciado: 2022, o 2023 por las pruebas, y muy posiblemente 2024. No me queda claro –insisto: no sé nada de todo esto– que le toque inaugurarlo a AMLO. Tercero: el costo de mantenimiento resulta elevadísimo: dos mil millones de dólares al año, ad perpetuam. En cuarto lugar, los riesgos para el entorno ecológico, desde el Lago Nabor Carrillo hasta las canteras de tezontle en la zona, son enormes y seguirán creciendo. Quinto: los riesgos de un nuevo hundimiento de las pistas en caso de otros sismos como los de 2017 son significativos. Podría seguir, pero repito simplemente lo más destacado que dijo o posteó la gente de AMLO.
La pregunta para mí entonces se modifica. No se trata de elegir entre Texcoco y Santa Lucía más Benito Juárez. Se trata de saber por qué Peña Nieto nos lanzó a una aventura demencial como esta, si lo que dicen los colaboradores de AMLO es cierto. En campaña, nunca les hubiera hecho caso. Ahora que son amigos de Peña, me veo obligado a hacerlo. La única respuesta sensata se la escuché a un amigo que sí sabe de aeropuertos: se construyó para robar. De ser cierto, a ver si Slim lo compra. El camello, digo.