Corre la versión de que podría haber un acuerdo en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en este mes de agosto. Este asunto es uno de los que causan mucha incertidumbre para la economía mexicana. Hay quienes piensan que, al terminar con la renegociación, se liquidaría la incertidumbre y los actores económicos volverían a invertir en México. Se trata, me parece, de un argumento simplista. Todo depende del resultado final. Nuestro país no puede ceder y tragarse las “píldoras venenosas” que ha puesto el gobierno de Trump sobre la mesa.
No debe aceptarse el objetivo del gobierno estadunidense para el nuevo TLCAN: bajar el déficit comercial con México y Canadá. El déficit comercial de un país no depende de sus arreglos comerciales, sino de una alta tasa de consumo interno que no puede ser satisfecha por las empresas locales. Si Trump quiere bajar sus múltiples déficits comerciales con diversas naciones, particularmente con China, tendría que implementar políticas para promover el ahorro interno. Desde luego que no lo hará. Para México será un error aceptar, como condición al firmar, que se disminuya la diferencia comercial entre los dos vecinos. Sería una primera “píldora venenosa” que no nos podemos tragar.
Segunda: la “cláusula de extinción”. Trump pretende que cada cinco años se termine el TLCAN, a menos que los tres países acuerden lo contrario. Es una tontería. Un tratado comercial debe darle certidumbre a las inversiones. Una cláusula como ésta haría exactamente lo contrario. ¿Qué compañía invertiría en México sabiendo que el régimen comercial con EU puede acabar en un lustro (que no es nada para una empresa)? Respuesta: ninguna de las importantes y serias. México no puede tragarse esta “píldora venenosa”. No le conviene a sus intereses.
Tercera “píldora”: que la resolución de las controversias comerciales ya no se haga por paneles trilaterales, sino en tribunales estadunidenses. Eso también afectaría la certidumbre de los inversionistas que hoy saben que pueden arriesgar su dinero protegidos por instituciones trilaterales y no por cortes de un país que podrían tener sesgos a favor de sus empresarios nacionales.
Cuarta: modificar las reglas de origen de la industria automotriz para obligar que en los autos producidos en México tengan más insumos provenientes de EU. Hoy, las cadenas de abastecimiento están perfectamente organizadas. Muchos contenidos incluso cruzan la frontera varias veces. Es lo que hace competitiva a la industria automotriz norteamericana versus las de sus pares asiáticos y europeos. A esto hay que sumar la pretensión estadunidense de incrementar los salarios en esta industria en México a niveles equivalentes de Canadá y EU (por lo menos 16 dólares la hora). Eso sería maravilloso para los trabajadores mexicanos, pero la dura realidad económica es que no se pueden establecer salarios por decreto. Si fuera así de sencillo, los actuales trabajadores ya ganarían eso. No lo hacen, aunque sí perciben más que los obreros de otros sectores. Suena horrible, pero aceptar el incremento salarial mexicano por decreto del TLCAN haría menos competitivo a México: se perderían incentivos para producir coches en este país.
Quinta “píldora”: que México sólo pueda exportar productos agropecuarios cuando EU lo requiera por cuestiones de temporalidad. El mercado estadunidense se abriría y cerraría a contentillo. No se puede aceptar algo así. Los empresarios mexicanos sufrirían mucho ya que, por nuestra situación climática, aquí se producen esos bienes todo el año.
En mayo, el expresidente Ernesto Zedillo caracterizó estas “píldoras venenosas” como “demandas grotescas” destinadas a la “demolición de la empresa más exitosa de la cooperación económica mutuamente beneficiosa en las Américas”. Recomendó, por tanto, no aceptar, bajo ninguna circunstancia, un acuerdo de este tipo. Sería preferible que EU matara el TLCAN y que México y Canadá se movieran a otra línea de defensa del libre comercio: el sistema multilateral de la Organización Mundial de Comercio.
Coincido. Hasta hace unas semanas, también el gobierno y los empresarios nacionales que participan en la negociación. Pero algo parece que está cambiando. Hay rumores que afirman una posible flexibilización de México. El sector empresarial ya ha mostrado su preocupación. Y tienen razón. México no puede tragarse ninguna de las “píldoras venenosas” de Trump. Una mala resolución del TLCAN quizá podría despresurizar a la economía mexicana en el corto plazo, pero la envenenaría en el mediano y largo.
Twitter: @leozuckermann