Soy, desde hace décadas, un enamorado del Caribe mexicano. He tenido el privilegio de vacacionar ahí varias veces. Me ha tocado observar el crecimiento exponencial de una de las zonas turísticas más exitosas del mundo. Ahora, después de otra estadía por esas tierras, regreso muy preocupado. La región está en un franco proceso de deterioro ambiental. La “gallina de los huevos de oro” se está muriendo.
Para empezar, nos la estamos acabando los turistas que la frecuentamos. El lugar donde más se puede apreciar eso es en Xel-Há. La primera vez que lo visité fue cuando, de joven universitario, me fui manejando desde la Ciudad de México a un Cancún en construcción. De camino, en un hotel rascuache de Chetumal nos recomendaron ir a una caleta al borde del mar, con muchos arrecifes, a esnorquelear para ver la maravilla de los peces tropicales. En aquella ocasión, mis compañeros de viaje y yo éramos los únicos en la paradisiaca caleta. La fauna era, simplemente, fantástica. Aparte de los abundantes bancos de peces, se apreciaban tortugas, mantarrayas y barracudas. Un espectáculo majestuoso.
He regresado varias ocasiones a Xel-Há. En 1994, el gobierno de Quintana Roo le concesionó el predio al exitoso grupo Xcaret. Desde entonces, el sitio se convirtió en un parque turístico bien administrado, pero con un problema: Cada vez con menos peces que ver. Los arrecifes, prácticamente, han desaparecido y, por tanto, la fauna que se alimentaba de ellos. El avistamiento marino ya pasó a un segundo plano en el parque. Como ya no hay peces, hay un río que se puede recorrer con unos flotantes. A medio camino, se encuentran unas tirolesas. También se puede ir a una torre con toboganes. La triste realidad es que, por culpa de los humanos, desapareció la fauna que fue sustituida por una divertida Disneylandia acuática. Nada que ver con la maravilla natural del pasado.
Pero esto no es lo peor. Mi cariño por el caribe mexicano se debe a sus primorosas playas. Su blanca y delicada arena. Sus hermosos tonos azules. Su brisa fresca y dulzona. Litorales con olas bajas, como Akumal, o de oleajes más impetuosos, como en Tulum. Hoy todo eso ha desaparecido. Sí: hoy las playas de nuestro hermoso Caribe están llenas de una plaga, un alga marina espantosa, picosa y fétida conocida como “sargazo”.
Me puse a investigar. Bien a bien no se sabe a qué se debe la epidemia. La hipótesis más recurrida es por el cambio climático. La temperatura del mar Caribe ha subido, sobre todo ahora en verano, lo cual ha multiplicado la reproducción del sargazo. Algunos investigadores creen que vienen del llamado “mar de los Sargazos”, que se encuentra en el océano Atlántico. Otros dicen que se origina del mismo océano, pero frente a las costas brasileñas.
Hay quienes piensan que es un fenómeno generado en el Golfo de México, donde se combinan, por un lado, el calentamiento del mar con el incremento de fertilizantes que se usan en los estados agropecuarios de Estados Unidos; éstos acaban vertiéndose en la corriente del río Misisipi, cuya desembocadura termina en el Golfo. La combinación de un mar caliente con fertilizantes es un caldo de cultivo para el sargazo que, por las corrientes marítimas, llega a las costas de Quintana Roo.
El hecho es que, de Cancún a Chetumal, se encuentran toneladas de sargazo en las playas y en el mar. La otrora belleza caribeña ha sido sustituida por un alga que, cuando empieza a secarse en la arena, emana ácido sulfhídrico que huele a huevo podrido.
Se trata de un desastre natural que pone en peligro no sólo a las magníficas playas del Caribe, sino también a una de las zonas económicamente más exitosas del país. Varios hoteleros me dijeron que ya comenzaron a recibir cancelaciones de turistas alertados por la plaga de sargazo.
Y no parece haber soluciones fáciles y rápidas a este problema. Se trata, al parecer, de una típica falla de mercado conocida como “externalidad negativa”. Las empresas que están calentando el medio ambiente o vertiendo fertilizantes al río Misisipi están generando costos en el Caribe mexicano. No los están pagando ni tienen incentivos para hacerlo. En estos casos, el gobierno tiene que intervenir para que los generadores de costos los sufraguen. Pero, mientras la administración de Trump siga negando el cambio climático y desregulando la protección al medio ambiente, no se resolverá la proliferación de la plaga de sargazo en el Caribe mexicano. Me temo que la gallina de los huevos de oro corre el riesgo de morir de fealdad y pestilencia. Nadie querrá vacacionar en un lugar así. Regreso, así, triste y preocupado por uno de mis amorres terrenales.
Twitter: @leozuckermann