Aún cuando las duchas ya se conocían en Europa desde mediados del siglo diecinueve y en la antigua Grecia algo similar a ellas, en la América de 1897 aconsejaban a las mujeres hacer abluciones con una esponja empapada en agua fría por todo el cuerpo. Para el pelo recomendaban que al levantarse, enjuagaran el cabello con una franela suave y luego peinarlo. Y para los pies, lavarlos con frecuencia con agua tibia, nunca caliente, pues afirmaban que cortaba la transpiración pudiendo provocar ceguera o sordera.
La primera máquina de tejido de punto fue inventada por un clérigo inglés. William Lee, en 1590 salió de su natal Nottingham hacia Londres para presentar su inventó a la Reina Isabel y conseguir patentarla. No lo logró, pues la Reina temió una escalada de desempleo de los tejedores de punto a mano. Después de un segundo intento fallido decidió llevar su ¡dea a Francia, donde triunfó tejiendo no sólo lana sino seda y otros géneros. Ya en el siglo XVII, tanto las máquinas de tejer como los tejedores manuales prosperaron en Nottingham a la par.