De acuerdo con las encuestas, tres son los temas que más preocupan al electorado mexicano: inseguridad, corrupción y economía. En algún momento, el nuevo gobierno de López Obrador deberá entregar buenos resultados en cada uno de estos rubros si es que quiere continuar teniendo altas tasas de popularidad. Puede que tenga una larga “luna de miel” con la opinión pública, puede que la extienda más con medidas que lucen como la venta del avión presidencial, pero, a finales de 2019, los mexicanos vamos a voltear a ver si ese año fue mejor o peor que el actual.
Supongo que López Obrador y su equipo lo entienden, de ahí las primeras señales que han enviado desde el domingo en que se confirmó su impresionante victoria en las urnas.
Me parecen muy positivos los mensajes relacionados con la economía. No es momento de ponerse a jugar con los bolsillos de la gente. Sabemos, y lo comprenden a la perfección los colaboradores del área económica de AMLO, que a los mercados emergentes nunca les va bien cuando las tasas de interés comienzan a subir en Estados Unidos. Si a eso le sumamos la incertidumbre por la ola proteccionista comercial en todo el mundo, tenemos un contexto muy complicado que manejar.
En este momento, cualquier error de la próxima administración puede magnificarse y convertirse en algo que, supongo, quieren evitar a toda costa: la desaceleración del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) o, incluso, una recesión.
Sería kriptonita pura para el nuevo gobierno. Un comienzo de pesadilla. De ahí la muy importante señal, en materia de política monetaria, de que el gobierno de AMLO respetará, por lo pronto, la autonomía del Banco de México.
Y luego está todo el posicionamiento sobre la política fiscal. Tomo lo dicho por el próximo secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, en el programa Despierta, de Televisa. Primero, la promesa de que el gobierno de AMLO tendrá un superávit primario en las finanzas públicas.
Esto quiere decir que no gastará más de lo que le ingrese, que no se contratará más deuda pública, por lo que, paulatinamente, irá decreciendo ésta como proporción del PIB. Se trata de un valioso compromiso de disciplina fiscal.
Los precios de las gasolinas sí subirán en términos nominales. El gobierno de AMLO seguirá, tal y como lo reconoció Urzúa, con la política de precios de los energéticos implementada por el gobierno de Peña. Seguirán cobrando, por tanto, un alto impuesto a las gasolinas. No van a subsidiar estos productos, lo cual sería una barbaridad económica y para las finanzas públicas.
Como AMLO prometió que no subiría los impuestos, por lo menos durante sus tres primeros años de gobierno, esto significa, tal y como dijo Urzúa, que, si en algún momento el gobierno ve que no le está alcanzando para llegar al deseado superávit primario, tendrán que recortar el gasto corriente o de inversión. Eso, según el próximo secretario, ya está acordado con el próximo Presidente.
Ahora bien, en el próximo presupuesto sí veremos algunos cambios. López Obrador quiere duplicar la pensión de los adultos mayores, lo cual, según Carlos Urzúa, costará unos 35 mil millones de pesos al año, y repartir un subsidio a los jóvenes que ni trabajan ni estudian con un costo de otros 90 mil millones. Estamos hablando de 125 mil millones. No tendrán ningún problema en conseguirlos, ya que representan sólo 2% del presupuesto actual que asciende a 5 billones 280 mil millones de pesos. Urzúa, además, adelantó un nuevo esquema de compras gubernamentales centralizado en su secretaría, lo cual podría generar algunos ahorros.
No veo, en suma, grandes cambios y sí muy buenas señales tranquilizadoras. A eso hay que sumar el nombramiento de Gerardo Esquivel como subsecretario de Egresos. Lo conozco bien. Ha sido colaborador de Es la hora de opinar, desde su fundación en 2010. Es un economista trabajador, honesto y con excelentes credenciales profesionales.
Urzúa, incluso, se mostró a favor de formar un Consejo Fiscal independiente, al estilo de la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos, con capacidad de proyectar los impactos económicos de cualquier cambio en la política fiscal del país, ya sea por el lado de los ingresos o de los gastos. Sería una buena idea. Y remató prometiendo que, si es necesario, le dirá que “no” al próximo Presidente, una tarea importantísima para el encargado de las finanzas públicas nacionales.
Hay, entonces, claridad en el manejo de la política económica. Las señales del nuevo gobierno son positivas. Enhorabuena. Desgraciadamente no es así en los otros dos asuntos que preocupan al electorado –inseguridad y corrupción–, de lo cual seguiré hablando mañana.
Twitter: @leozuckermann