Cientos de inmigrantes celebran este 4 de julio, Día de la Independencia, en alguna de las ceremonias de naturalización que las autoridades organizan hoy por todo el país pese a las trabas del actual Gobierno, que mantiene a cientos de miles de personas en el limbo de una espera incierta.
Unos 14.000 inmigrantes, según informó la Oficina de Servicios de Inmigración y Ciudadanía (USCIS), participan estos días en alguna de las cerca de 175 ceremonias de naturalización que, entre el 28 de junio y 10 de julio, se llevan a cabo con motivo por la celebración de esta fecha marcada a fuego en el calendario estadounidense.
«Este año, el USCIS celebrará el 242 aniversario de la Declaración de Independencia y el nacimiento de nuestra nación, dando la bienvenida a más 14.000 ciudadanos», señaló la institución en un comunicado.
Este tipo de ceremonias coincidiendo con el día que marca el nacimiento de Estados Unidos como una nación y el fin de su pasado como una colonia británica, se ha convertido en toda una tradición a lo largo de los últimos años.
Sin embargo, este año esta ceremonia que, según el USCIS, marca para los emigrantes «el comienzo de sus nuevas vidas como ciudadanos estadounidenses», se ha visto empañada por el discurso antimigratorio del presidente Donald Trump.
De acuerdo con una información divulgada este lunes por la cadena NBC, mientras el presidente planea celebrar hoy el 4 de julio con un picnic en los jardines de la Casa Blanca, miles de personas aguardan a que sus solicitudes de ciudadanía reciban el visto bueno por parte de las autoridades migratorias.
A finales del año pasado unas 730.000 solicitudes de ciudadanía estaban pendientes de aprobación, lo que supone un incremento del 87 % con respecto a 2015, durante el Gobierno del entonces presidente Barack Obama, según la cadena, que cita un informe elaborado por la Asociación Nacional para Nuevos Estadounidenses.
«La Administración Trump ha construido un segundo muro que evita a los inmigrantes legales que puedan convertirse en ciudadanos estadounidenses con derecho al voto», denunció el director ejecutivo de esta organización, Joshua Hoyt.
La asociación asegura que la tramitación de numerosos expedientes se está demorando hasta 20 meses, lo que impedirá a muchos de los 925.000 emigrantes que iniciaron el proceso de naturalización el año pasado acudir a las urnas en las elecciones legislativas que tendrán lugar el próximo mes de noviembre.
Su participación se antoja crítica debido a que los republicanos podrían perder las mayorías que actualmente ostentan tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, lo que dificultaría de sobremanera la capacidad de acción del Gobierno.
A pesar de que la participación de los ciudadanos nacidos en otros países no fue determinante en los comicios presidenciales de 2016, en las últimas semanas numerosas organizaciones sociales están trabajando para movilizar a los otrora inmigrantes para que, con su voto, pongan freno a la política migratoria de Trump.
La gota que ha colmado el vaso de muchas de estas organizaciones ha sido la política de «tolerancia cero» aplicada en la frontera sur del país por las autoridades y que ha llevado a la separación de más de 2.000 menores de sus padres.
Aunque recientemente la Justicia ordenó al Gobierno reunificar a estas familias en un plazo máximo de 30 días, según han informado diversos medios, las autoridades siguen deportando a los padres de los menores, mientras éstos permanecen en Estados Unidos, presos del complejo sistema burocrático.
«Los padres extranjeros que son expulsados pueden elegir ser deportados con o sin sus hijos, sin que ninguna de estas opciones afecte a sus posibilidades de acogerse a las protecciones legales que establece la ley», defendió en declaraciones a Efe la portavoz del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), Jennifer D. Elzea.
En todo caso, lo que resulta innegable es que mientras la mayoría de los estadounidense celebran este 4 de julio con los tradicionales fuegos artificiales, cientos de inmigrantes se convierten hoy en ciudadanos de un país gobernado por un presidente que no deja de recordarles que no son bienvenidos.