Una mujer camina en silencio como si flotara, un pájaro canta una canción delicada desde la rama de un árbol del patio privado de la habitación, y se escucha caer una granada sobre el pasto perfecto. Así es la vida pausada y pacífica que nos recibe cada mañana en Aman Summer Palace, un edén de tiempos imperiales alejado del bullicio de la capital de China, Beijing.
Por su historia y belleza inigualable, el palacio ha sido nombrado patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Aunque en la actualidad es uno de los hoteles más lujosos del mundo, este Palacio de Verano fue construido como casa de descanso para la realeza china, que junto a sus invitados, se hospedaba en sus casas para pasar los calurosos meses de verano rodeados de la tranquilidad y la belleza de sus jardines y lagos, rodeados de la arquitectura tradicional china, en total armonía con la naturaleza.
La delicada estética atemporal de su diseño nos sigue sorprendiendo 250 años después de su construcción. Cada aspecto de la propiedad irradia tranquilidad y serenidad infinitas, y toda la experiencia de hospedarse aquí es mágica, desde ocupar las habitaciones y patios que fueron utilizados a finales del siglo 20 para recibir a los visitantes que esperaban ver a la emperatriz Dowager Cixi, hasta caminar sobre los espacios verdes y aromáticos de los jardines.
Recorrer el palacio es como embarcarse en un viaje a la vieja China. En su antiguo pabellón nos recibe la tranquilidad de su pequeño estanque con nenúfares flotando apacibles, mientras que en su biblioteca nos esperan cientos de historias y relatos atrapados en la colección de libros raros sobre el Palacio de Verano. Para contagiarnos con la sensibilidad cultural del Palacio, también se ofrecen clases de caligrafía, de hecho, en todas las habitaciones hay pinceles y tinta para que practicar a nuestro propio ritmo.
La calidad en el servicio de Aman es aún más evidente en el palacio: coquetos regalos nos esperan cada noche en la cama, y por la tarde, las galletas de la fortuna nos dejan mensajes positivos, mientras que los artículos de baño orgánicos, las batas de seda, las duchas de lluvia y los exquisitos muebles de la dinastía Ming, se encargan de consentir los sentidos. De hecho, podemos preparar el té todos los días dentro de la sala de estar de cada habitación.
La decoración respeta los gustos de realeza, y sus detalles artesanales como tallados en madera, ventanas de bambú, pisos con calefacción, pliegos de caligrafía colgando en los muros y orquídeas frescas, nos da una sensación de ser parte de la realeza. Además de su Spa, también cuenta con una piscina subterránea de 25 m, un estudio de yoga y pilates con luz natural y un gimnasio de 300 m² de última generación. El restaurante Imperial Chinese se especializa en platillos tradicionales, mientras que un músico toca la mandolina de fondo. El desayuno se sirve junto al estanque de peces en un entorno tan tranquilo que uno puede sentir erróneamente como si estuvieran en el cielo, con platillos de comida china y occidental.
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