Refiriéndose a las mujeres japonesas, una revista francesa especializada de principios del siglo XIX, comentaba: no usan ni corsé ni ligas, no llevan telas almidonadas, como calzado emplean unas sandalias sujetadas con cordones, son muy limpias, quizá las más limpias del mundo, y una prueba es que sólo en Tokio hay más de 800 piscinas públicas y el costo de entrada es bajísimo. En este siglo XXI las japonesas dan acogida al “engaño al ojo” pues los diseñadores pintan exactamente sobre la tela lo que hay en el cuerpo, dando la imagen de ir semi desnudas.
Las alas de escarabajo, pintadas de color dorado, sirvieron para adornos en los bordados de vestidos hindúes, como los que se hacían en Goa o en Madrás, en la India. Los indios americanos se sirvieron de las púas de los puercoespines para la ornamentación de su indumentaria y, por supuesto, las plumas de infinidad de pájaros de todo el mundo han ayudado a dar realce a la vestimenta.