So close, so close and… yet so far.
(Tan cerca, tan cerca… y sin embargo tan lejos.)
Más allá de sus peculiaridades, el debate del pasado domingo nos llama a reflexionar sobre la importancia de las fronteras norte y sur de México y sus posibilidades de contribuir a racionalizar los flujos migratorios y estimular el arraigo de la población dentro del país.
En principio, considero necesario revisar el significado político, económico y social únicamente de las ciudades en la línea divisoria con los Estados Unidos, sin referirme a la franja fronteriza mucho más amplia (100 kilómetros hacia el norte en el territorio norteamericano y 300 hacia el sur en el mexicano). En contraste, la colindancia con Centroamérica habla por sí sola.
De Tijuana a Matamoros existen quince puntos de contacto con el territorio vecino. De ellos, seis constituyen zonas metropolitanas binacionales: Tijuana-San Diego, Mexicali-Calexico, Juárez-El Paso, Piedras Negras-Eagle Pass, los Dos Laredos, y Matamoros-Brownsville.
En otras seis ciudades mexicanas se genera un intenso intercambio comercial y cultural de carácter local con sus pares estadounidenses: San Luis Río Colorado-Yuma, las Dos Nogales, Agua Prieta-Douglas, Ojinaga-Presidio, Ciudad Acuña-Del Río, y Reynosa-Mc Allen.
Son de mencionarse tres áreas contiguas de menores dimensiones que por poseer garitas o puentes internacionales representan un potencial desarrollo: Naco, con el mismo nombre, Puerto Palomas-Columbus, y Colombia-Laredo.
En su conjunto, estos quince puntos suman 5 mil kilómetros cuadrados entre ambos países, con una población fija de 14.6 millones, casi igual a la del Estado de México (15.1 millones), mayor a la asentada en las zonas metropolitanas de Guadalajara, Monterrey y Puebla juntas (9.9 millones) y superior a la de la Ciudad de México (8.9 millones).
Las principales actividades económicas son consecuencia de los cruces internacionales: 40 millones de peatones y 61 millones de automóviles al año. El transporte de carga de mercancías equivale a 1000 millones de dólares al día. La industria maquiladora de exportación representa un valor agregado anual cercano a los 35 mil millones de dólares, ocupa a alrededor de 2 millones de trabajadores.
A partir del Tratado de Libre Comercio, esta actividad significa para los Estados Unidos seis millones de empleos y para México las cifras son más robustas. El 83% de las exportaciones mexicanas tienen como destino el mercado norteamericano y de ellas el 70% cruza por las aduanas terrestres.
De acuerdo con los estudios realizados por el Colegio de la Frontera Norte, en colaboración con universidades del sur de los Estados Unidos, el 95% de la población vive en ciudades y las tasas de urbanización son mayores a la media nacional en ambos lados de la frontera.
Estas condiciones presentan dos caras: por un lado, oferta de empleo, posibilidades de acceso a la educación y capacidad de consumo. Por el otro, se evidencian problemas de tráfico en los cruces, altos índices delictivos, demanda de servicios que rebasa a las administraciones públicas, contaminación de agua, aire y suelo, con los riesgos sanitarios que esto acarrea. La urbanización en las ciudades fronterizas de México ha sido desordenada y la concentración demográfica está marcada por la disparidad.
Como fue evidente en el debate presidencial, la frontera es un lugar donde se mezclan indistintamente la política internacional y la interna. Se dificulta definir y adoptar políticas públicas de aplicación general. Se impide que las instituciones públicas, privadas y sociales alcancen la eficacia, eficiencia y transparencia requeridas para un desarrollo sostenible. La seguridad pública muestra la escasa coordinación existente entre los dos países y la que sería deseable entre los órdenes de gobierno de cada uno de ellos.
En el Sur la situación es totalmente distinta. La población de la región fronteriza apenas alcanza 1.2 millones, distribuida en un territorio muy extenso y selvático, con una dispersión evidente. Se cuentan únicamente tres ciudades en el lado mexicano: Tapachula y Comitán, en Chiapas, con dos lejanas contrapartes en Guatemala: Quetzaltenango y Huehuetenango; en Quintana Roo encontramos a Chetumal que se relaciona con Belice.
Los desequilibrios en la economía son señalados. Por ejemplo, la producción agrícola y ganadera en la región del Soconusco, en Chiapas, atrae a miles de migrantes centroamericanos temporales; no así en la región de los Altos, notable por el atraso económico y social de los grupos originarios.
En Centroamérica, ciudadanos guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses, sufren de violencia delincuencial y política, que los orilla a abandonar su tierra en busca del sueño americano. La migración se conflictúa desde México por el narcotráfico, el lavado de dinero, la trata de personas, acentuadas por la política proteccionista de Donald Trump.
Estos migrantes afrontan los riesgos de viajes hacia la incertidumbre. Solos o con familias enteras, a bordo de La Bestia o en condiciones infrahumanas en cajas de trailer. Son víctimas de polleros, de asaltos, violaciones y de abusos cometidos por algunos agentes mexicanos, que contrarían las disposiciones legales, reglamentarias y de procedimientos, establecidas en México para preservar sus derechos humanos.
No se trata de desarrollar una frontera de contención sólo mediante controles migratorios punitivos. Se requiere construir una frontera amigable. No es fácil lograrlo. Precisa desarrollar integralmente la región. Se trata de un proceso lento. Las Zonas Económicas Especiales, decretadas por el gobierno actual, vuelven a incluir al antiguo Puerto Madero, hoy Puerto Chiapas, con lo cual se intenta insertar al Estado en la glocalidad. Sería punto de enlace para el comercio entre Asia-Pacífico y el Golfo de México, parte del corredor transístmico.
En la frontera norte las cosas parecieran ir mejor. La complicada problemática no debe ser óbice para avanzar en infraestructura, servicios, instituciones educativas de nivel superior, hospitales. No olvidemos el entorno cultural compartido (el mex-tex y el spanglish). Sin duda, lo más importante es la proximidad con el mercado más grande del orbe.
Durante el debate los planteamientos sobre el tema quedaron incompletos. Cada uno de los problemas tiene distintos enfoques que fueron omitidos. Queda la impresión de que, en materia migratoria, no se están haciendo bien las cosas. Que se carece de autoridad moral para defender a nuestros emigrantes, si no atendemos dignamente a los inmigrantes extranjeros. La atención a nuestras fronteras constituye un asunto por resolverse. El próximo gobierno no la tendrá fácil.