Se suponía que esta semana era la buena para llevar a buen puerto las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; ahora la fecha fatídica parece ser el 15 de mayo. Esta vez, sin embargo, los vaticinios del gobierno de México y de Estados Unidos no parecen encerrar la misma credibilidad –totalmente inmerecida- de hace unos meses. Veamos por qué.
El tipo de cambio se mueve por muchas razones en estos momentos. Dos tienen poco que ver con México. El dólar se ha fortalecido frente a otras divisas y eso, en algunos casos, quizás en este, puede hacer que también se fortalezca frente al peso mexicano. Una segunda razón es que se aproxima nuevamente un alza de las tasas de interés en EU por parte de la reserva federal, y eso lógicamente también encarecería al dólar frente al peso y otras monedas. Pero las dos razones principales por las cuales el peso se fortalece, o se debilita en este momento, son sin duda de índole estrictamente mexicana.
En primer lugar, se trata desde luego de la perspectiva electoral. En la medida en que se acerquen las elecciones, y la brecha entre AMLO y Ricardo Anaya se cierra sólo lentamente, muchos analistas consideran que la posibilidad del triunfo de AMLO aumenta –yo desde luego no comparto esa visión– y empiezan a vacunarse contra dicho triunfo y la corrida contra el peso que ellos piensan seguramente se desatará. El tema ahí es si la caída del peso se va a agudizar en las próximas semanas, y si el Banco de México se va a ver obligado a intervenir al elevar las tasas de interés.
El otro factor reside, obviamente, en las perspectivas de un desenlace favorable de las negociaciones sobre el TLCAN. Aquí la cosa es más complicada. Los analistas suelen ser ingenuos, ignorantes, y beatamente optimistas, y se tragan todas las versiones y mentiras de los tres gobiernos sobre si un acuerdo es inminente, si ya se finiquitaron todos los capítulos, o los más importantes, o si habrá un acuerdo, en principio sin detalles, pero lo suficientemente sustancioso para que pueda ser enviado a los respectivos congresos. Nada de todo esto es especialmente factible, pero eso es lo de menos, lo importante es que los mercados, es decir, los analistas de las corredurías y los bancos lo crean. Fue el caso hasta hace poco, aparentemente ya no lo es.
El peso se ha debilitado, en las últimas dos semanas más o menos, seriamente frente al dólar, y se encuentra hoy en su nivel más bajo desde enero. Si bien los tres factores mencionados inciden en este panorama, es evidente que el tema TLC es el que está generando las mayores turbulencias. De ahí que uno pueda plantearse la pregunta siguiente: ¿Qué le conviene más a México, aunque no necesariamente al tipo de cambio? ¿Que el TLC se firme rápidamente? ¿Se refortalezca o se estabilice la paridad? ¿Se genere una sensación de confianza y de certeza hacia adelante? Y ya no quede ningún pendiente para el siguiente gobierno frente a Trump salvo, desde luego –sarcásticamente– las deportaciones, el muro, las detenciones, etc.
Algunos piensan que una solución de este tipo sería lo mejor para el tipo de cambio a corto plazo, pero también para AMLO. Un acuerdo del TLC ya finiquitado, un tipo de cambio estabilizado o fortalecido, una situación de tranquilidad y de certidumbre en las relaciones con Estados Unidos pueden disipar las últimas dudas frente a las consecuencias de la victoria de un candidato con las posiciones económicas y políticas que todos conocemos. Otros piensan que al revés, que independientemente de lo que suceda con AMLO, lo más importante es que México resuelva ya este dilema y que lo hagan Peña y su gente porque conocen el tema y porque tiene posiciones en teoría conciliables con las de Trump.
Mi impresión es que el acuerdo a corto plazo no va; si Videgaray lo trata de forzar a toda costa, puede sacar un convenio en principio, pero que no será ratificado por ninguno de los dos congresos este año, y le tocará entonces a Anaya o a López Obrador renegociarlo en 2019. La pregunta es entonces ¿De qué sirve hacer todo esto a las carreras? Pues una de dos, dejar un legado superficial y ficticio, o ayudar a López Obrador.